País que no ahorra, ¡fracasa!

País que no ahorra, ¡fracasa!

Como consecuencia de la hiperinflación que afecta a nuestro país, la institución que mayor ha contribuido al desarrollo de los pueblos: el ahorro, ha casi desaparecido, en virtud de que los intereses que le pagan a los ahorradores es seis o siete veces menor, que el que prestan las instituciones en donde se mantienen esos mismos ahorros. Es decir, un individuo que percibe un interés de un 4% en libreta de ahorros, si se ve en la necesidad de solicitar un préstamo en ese mismo organismo, se le concederá, si es un buen cliente, a la tasa de un 24 o 26%. Como decimos vulgarmente: realizó el negocio de «capa perro».

Encontrándonos en Londres la semana pasada, leímos un interesante artículo sobre el denominado «Oráculo de Omaha», es decir, Warren Buffet, quien según el semanario Forbes es el segundo hombre más rico del planeta después de Bill Gates, a quien se le calcula una fortuna de alrededor de 36,000 millones de dólares. Este señor, ha dado clase de política económica en su país y se le considera un profeta en determinar la evolución de los mercados, en cuya bolsa ha amasado esa cuantiosa fortuna.

En un artículo publicado por el señor Warren Buffet, en el cual inventó el nombre ficticio de Ahorrolandia para los países desarrollados otros que los Estados Unidos de América y Derrocholandia para los EE.UU., afirmaba, que la falta de ahorro puede llevarse por delante el mayor activo de la economía norteamericana: «el dólar».

Apoyando ese aserto, al momento de salir el referido artículo, el dólar se encontraba en el más bajo nivel de cambio con respecto al euro, llegándose a cotizar: 119.20 por un euro. El dispendio del pueblo norteamericano es tal que ha llevado a este avizorado magnate a desconfiar del dólar y e empezar a realizar operaciones en moneda que a su parecer, merecen más confianza como lo es, el dólar australiano o el rand de ╡frica del Sur. Si a este razonamiento ha llegado este «mago de las finanzas», nos imaginamos que podría iniciarse una estampida que deje muy mal parada la divisa norteamericana.

Guardando las distancias, en nuestro país está sucediendo algo muy similar. La devaluación acelerada de la divisa dominicana, ha inducido a la ciudadanía a tratar de salvaguardar sus economías en una moneda que no sea tan voluble como el peso y que de hecho, en el último año les ha significado perder más de un 110% del valor de sus ahorros.

Las autoridades monetarias nacionales, ante el deterioro galopante de nuestro signo monetario, el cual la gran mayoría de los dominicanos piensan que se le dio largas al asunto, han recurrido a un método coercitivo, divorciado de toda lógica económica, el cual ha dado resultado positivo en lo inmediato. Sin embargo, somos de opinión que de que pase el temor que ha suscitado la semi militarización del mercado cambiario, la situación puede variar sino se le buscan alternativas desde el punto de vista económico. Es decir, respetando una ley que ha sido inmutable: la oferta y la demanda.

Tratar de obligar el cambio de las monedas extranjeras a una tasa ficticia y «obligatoria», puede desencadenar un mal peor: «el estraperlo», el cual se desarrolló y acrecentó en España, no obstante regir una dictadura férrea como la de Francisco Franco. Las medidas de fuerza sólo son convenientes inicialmente para demostrar la voluntad de las autoridades de corregir un mal, sin inducir a otro peor. Después, debe buscarse una solución en la cual se involucren todos los sectores de la vida nacional sin discriminación ni exención.

Debemos aprovechar las lecciones de Warren Buffet para recordarle a nuestro Gobierno que no se ponga del lado de los países Derrocholandia como lo ha estado los Estados Unidos de América. Y que si bien es cierto que ese país tiene una gran capacidad para remontar el gran déficit en su economía que no obstante lo ha llevado a convertirse en el imperio más poderoso del mundo, las lecciones de la historia están ahí para recordar como otros grandes imperios como el romano, el mongol o el otomano, por derrochadores, cavaron su propia tumba. Y que a nadie se le ocurra pensar, que no hay comparación entre la magnitud de los poderes desplegados por aquellas y esta superpotencia.

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