Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros. 2 Corintios 1: 4.
Es imposible dar lo que no tenemos; por eso es necesario que no veamos despropósito en todo lo que nos acontezca, sino que podamos ver las manos del Edificador en nosotros. Cada una de las experiencias vividas, y la manera cómo Dios nos libró de ella, nos deja una marca imborrable que perdurará para siempre.
Esta sustancia es la que necesitamos almacenar para poder levantar a los demás cuando pasen situaciones similares a las nuestras, y podamos testificar de lo que Dios hizo. No es por casualidad que las cosas suceden; estas ocurren con un propósito divino, para que por medio de ellas quede sembrada la vivencia de Cristo.
Cristo como maestro nos enseña todo lo que el Padre Le ha dado, para que así nosotros demos lo que Él nos ha dado.