Vivimos día a día en una lucha constante en la cual muchas veces sentimos que todo se levanta para aplastarnos: ataques en el trabajo; ataques en el hogar, en el matrimonio; hijos, etc. Es como si de repente una gran ola nos embistiera y nos llevara con toda su fuerza hacia las profundidades para ahogarnos.
Sentimos que no tenemos fuerzas para resistir esa embestida, porque es demasiado potente. Por más intentos que hagamos de escaparnos no podemos; nos vemos sin salida y con un final muy desastroso. En esos momentos pensamos cantidad de cosas buscando algo que nos traiga luz sobre lo que está pasando.
Pero es tan fuerte lo que está sucediéndonos que nuestra mente nada logra entender. Es como si todo estuviera oscuro, siendo difícil bajo estas circunstancias tener un poco de lucidez. Solamente si estamos afirmados en la roca eterna que es Cristo podremos sobrevivir, porque ésta es la única ancla que nos sostiene para que no seamos arrastrados.
Por eso, es importante que nos pongamos toda la armadura de Dios, nos mantengamos orando y nos entreguemos totalmente sin doblez de ánimo, para estar firmes y poder resistir en el día malo.