Palabras almibaradas de Martí cautivaban femeninos corazones

Palabras almibaradas de Martí cautivaban femeninos corazones

José Martí cargó cadenas y llevó grillos por la libertad de Cuba. Para que saliera del infame presidió, el rico caballero José  María Sarda se hizo responsable de él. Se lo llevó para la isla de Pinos y logró sacarlo para España.

En Madrid se matriculó en Filosofía en la Universidad Central. Y en el 1873 se fue a Zaragoza a estudiar Derecho Civil y Derecho Canónico para ser un Doctor “Utroque Jure”. Y en la casa de uno de sus profesores conoció a una fabulosa muchacha de grandes atractivos. Esta se prendió de la locuacidad y de la aparente timidez del antillano. Esta damisela se llamaba Blanca de Montalvo.

Martí, cautivado por los encantos de Blanca, dijo: “Sin sonrisa de mujer no hay gloria completa de hombre”. Con sus artes amatorias Blanca lo consideraba dominado. Pero al concluir sus estudios el futuro Apóstol de la libertad de Cuba, decidió marcharse para México, donde residía su familia. Dos amores dejó en Zaragoza: A Blanca de Montalvo y a la muchachita de la pensión.

Al llegar a México se encontró con la infausta noticia de que una de sus hermanas había muerto. La familia vivía pobremente; pero la mano bondadosa de su amigo Manuel Mercado ayudaba en lo que se podía. En la urbe azteca cultivó el cubano la amistad de Juan de Dios Peza, Manuel Gutiérrez Nájera, Manuel María Flores y de Rosario de la Peña, llamada Rosario la de Acuña, porque por ella se había suicidado el poeta Manuel Acuña. Para Rosario escribió el suicida su famoso “Nocturno”. Rosario de la Peña era rica y patrocinaba la tertulia principal de la capital mexicana. En esa tertulia Martí era estrella de primera magnitud y se conquistó a Rosario. Para ella escribió: “¡Como está muerto el infeliz que ama! ¿Qué cante espera todavía? Yo vivo sin amores. ¿Quién sin amores, su soledad doliente cantaría?

Pasó el tiempo y ya Martí muerto, y Rosario anciana, un día dijo la mexicana, recordándolo: “Era el más simpático de todos. El parecía tener aprisionado en sus ojos todo el sol de su tierra natal”. Después de Rosario la de Acuña” a la que Martí llegó a calificarla “¡Mía Rosario! ¡Mujer mía es más que una mujer común! Vendría, después, la bella actriz, la garbosa mujer llamada Concha Padilla. Martí escribió la obra “Amor con amor se paga”. Los intérpretes fueron el galán Enrique Guas y la glamorosa Concha Padilla. La obra fue un éxito teatral. Los corazones del poeta y de la actriz se incendiaron. La dulce y tierna Concha Padilla tuvo amores intensos y profundos con el ardiente hijo de la tierra de los siboneyes.

Pero la madre y las hermanas de él, no la querían. Ellas pensaban que los pudores no florecían en los escenarios de los teatros. También en México conoció el “Apóstol” a una compatriota bien plantada y donairosa. Esta cubana de Camagüey tenía por nombre Carmen Zayas Bazán. Con ella se casó. Ella fue la madre de su  hijo Pepe. A su hijo él lo llamaba “Ismaelillo”. Y esto, le explicó el padre a la madre, porque Ismael hijo de Abraham y de Agar, por  lo del nombre equivalía a ser fuerte contra el destino”.

Hay que decir que antes de volver a México a casarse, Martí vivía en Guatemala. Y en la tierra del quetzal cultivó la amistad del general Miguel García Granados, que había sido presidente de esa nación. El general García Granados tenía cuatro hijas y una de ellas, desde que conoció a Martí, empezó a soñar con él. María Cristina García se llamaba la soñadora.

Esa fue “La niña de Guatemala”.

Ella motivó que él expresara “Dicen que murió de frío. Yo sé que murió de amor”.

Carmen Zayas Bazán, siendo cubana, no compartía los anhelos libertarios de Martí y llegó un calamitoso momento en que en Nueva York lo abandonó. En la Babel de Hierro, Martí se fue a residir a la hospedería de su compatriota Manuel Montilla, que en su casa hospedaba todo un enjambre de cubanos revolucionarios.

Manuel Montilla tenía por mujer a la hermosa venezolana Carmen Miyares de Montilla. La venezolana se enamoró de Martí y para el Apóstol de la libertad cubana, Carmencito Miyares de Montilla, fue amor, comprensión, báculo, palanca y punto de apoyo. Con Carmencita Miyares tuvo una  hija que fue bautizada como María. También María se llamaba “La niña de Guatemala”. María la hija del Apóstol fue la madre del actor César Romero “El Cisco Kid”.

Y aquí concluimos con “Palabras almibaradas de Martí cautivaban femeninos corazones”.

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