Palabras de Bienvenida José Alcántara Almánzar

Palabras de Bienvenida José Alcántara Almánzar

Por José Alcántara Almánzar
Es motivo de satisfacción para la Fundación Corripio, Incorporada, hacer entrega esta noche del Premio Nacional de Literatura a la escritora Ángela Hernández Núñez, galardonada a unanimidad por un jurado compuesto por los rectores de seis de las principales universidades del país, el ministro de Cultura y la propia fundación. A todos queremos expresarles nuestras más sentidas gracias por la valiosa labor realizada este año.
Con este premio suman ya cuatro las escritoras dominicanas que lo han recibido, siendo sus predecesoras Hilma Contreras, María Ugarte y Jeannette Miller. Ángela Hernández Núñez es magnífica escritora, gran ser humano y ciudadana de una integridad ética ejemplar, laboriosa, feminista con gracia para defender los derechos de su género, colaboradora entusiasta, de una inteligencia vivaz que emplea para sumar y tender puentes en un medio cultural difícil donde ella siempre sale airosa porque carece de malicia y es incapaz de una perfidia.
El Premio Nacional de Literatura otorgado a una mujer escritora, revive la vieja polémica de si existe una «literatura femenina», o simplemente una «literatura escrita por mujeres», un falso dilema que nos pone de frente al verdadero problema, y es que la literatura carece de género. Solo hay buena o mala literatura y lo demás es puro reduccionismo que confina a las escritoras en un nicho particular, marginándolas de la gran corriente de las letras. Recordemos la lección de un paradigma que forma parte de nuestros fundamentos literarios. Me refiero a nuestra más grande poeta, la insigne Salomé Ureña, que solo vivió 46 años y era tan frágil físicamente que hoy nos cuesta trabajo creer en lo que fue capaz de llevar a cabo: una obra prodigiosa que supera a las de sus modelos españoles y las de muchos de sus coetáneos, amén del ingente esfuerzo para impulsar la educación superior para mujeres en nuestro país y crear una conciencia de género en una sociedad patriarcal y atrasada. Crio cuatro hijos prácticamente sola por la lejanía del marido que se había marchado a Europa en viaje de estudios, y padeció en carne propia las inconsecuencias de la patria en una terrible etapa de guerras, asonadas caudillistas y dictaduras. Pero nos legó una obra poética impecable que ha resistido el paso del tiempo, tallada a fuego lento en el dolor y con la esperanza en el porvenir.
El modelo de Salomé Ureña bastaría para desmentir el mito de la «literatura femenina». La mujer, como escritora, sin duda posee una sensibilidad aguda, una intuición penetrante, una mirada que traspasa muros infranqueables para descubrir y capturarlas emociones más sutiles que laten bajo la corteza de los días y las cosas, una forma distinta de captar el universo como medio para forjarse una identidad propia, una aproximación a la realidad a través de lo íntimo, los sentidos y las sensaciones. Por otro lado, la mujer escritora debe luchar con denuedo contra las inconsecuencias de su medio, y todavía en pleno siglo XXI le cuesta forjarse una voz propia allí donde los hombres escritores avanzan con mucho menos obstáculos, aupados por el éxito. Por eso hemos visto tanto tormento, tantas frustraciones, tantas poetas suicidas, tantas narradoras que han naufragado en el mar del sentimentalismo, o sencillamente han caído en el silencio.
La galardonada con el Premio Nacional de Literatura 2016 es una mujer de su tiempo, con una gran conciencia de sí misma y de su entorno, y que proclama su autonomía y defiende con bravura su decir. Su origen campesino la enorgullece y le sirve de nutriente en la creación de su obra literaria, que ella ha venido tejiendo como un delicado encaje de poemas, cuentos, novelas y ensayos. Por su valiosa contribución a las letras de nuestro país, el Premio Nacional de Literatura otorgado a Ángela Hernández Núñez constituye un acto de justicia y un motivo de legítimo orgullo para sus hijos, hermanos y demás parientes, y una alegría para sus admiradores y amigos, que la felicitamos de todo corazón, y para quien pedimos un fuerte aplauso.

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