Palabras vidriosas; conceptos opacos

Palabras vidriosas; conceptos opacos

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Lo que antes la gente llamaba «proceder con rectitud» ahora lo llaman «actuar con transparencia»; cansados de los símiles de la geometría, hemos pasado a los de la óptica. Pero, en el fondo, ambas cosas son lo mismo; queremos que los políticos y funcionarios obren con «honestidad»,. una palabra viejísima que nos transporta a la antigua moral de mandamientos, esto es, a la religión.

Los credos religiosos hoy nos parecen concepciones humanas «superadas» por la ciencia experimental. Lo religioso pertenece al mundo mágico del hombre primitivo, nos dicen los antropólogos culturales. El rumano Mircea Eliade puso de moda la expresión: «Del mito al logos», que es el título de una de sus investigaciones etnológicas sobre sociedades arcaicas. Los seres humanos han hecho, pues, un tránsito histórico que va de lo mágico a lo racional.

Los razonamientos nos tranquilizan por una vía nueva, distinta a la de los conjuros e invocaciones. El oráculo ha sido sustituido por el ordenamiento lógico. A la lógica se la tiene por «el órgano» con el que se accede al conocimiento. Se ha «divinizado» el razonamiento, atribuyéndole un poder de revelación o de certidumbre que, en realidad, no ha tenido nunca. Ningún científico logra explicar, sin fisuras ni dudas, que es la luz, la materia, la vida. Esas eternas preguntas no excluyen las investigaciones de los físicos o de los biólogos; pero nos remiten de nuevo a la filosofía y a la religión. Y peor es lo que ocurre con el concepto de espacio en la física contemporánea. No sabemos bien que cosa es el espacio.

Transparencia, cristalinidad, vidriosidad, son vocablos surgidos del asco político provocado por los secretos de Estado y, sobre todo, por los horrendos secretos de la policía secreta de Rusia. Ese asco político fue más visible en la fase última de la disolución de la Unión Soviética. Actuar con transparencia quiere decir, para los periodistas, que los funcionarios gubernamentales permitan «el libre acceso a las fuentes noticiosas». Para el hombre común de nuestros días la voz «transparencia» está emparentada con otros valores: con la libertad, la dignidad, la corrección, la rectitud.

Los viejos historiadores establecieron fronteras de periodicidad en las edades, describieron el carácter de cada época, instauraron las normas escolares para el estudio del pasado. Por eso hablamos de Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna, Edad Contemporánea. La caída de Roma marca el fin de la antigüedad; la toma de Constantinopla por los turcos fija el término de la edad media y el comienzo de la moderna. De ahí arranca la distinción entre modernos y post-modernos. El Renacimiento es el primer acto del drama sentimental de la Edad Moderna.

Los escritores que se autotitulan post-modernos suponen que ellos viven desde perspectivas novísimas, que inauguran pautas inéditas de arte, de pensamiento y de conducta. Algunos de estos escritores post-modernos han adoptado a Nietzsche como santo patrón. El gran pensador alemán es conocido por su estudios acerca del origen de la tragedia, de las génesis de los principios morales; también por la doctrina de la voluntad del poder. Todos los días, en varios periódicos del mundo, aparecen citas de los aforismos de Nietzsche o trozos de las cartas que escribió a otros intelectuales. La idea Nietzscheana del superhombre ha tenido gran fortuna, política y periodística. Mayor que la historieta ilustrada de Clark Kent y Luisa Lane. Un superhombre es aquel que derrumba todas las barreras que se oponen a su propia realización. Este superhombre es tan poderoso y puede saltar por encima de los demás hombres, porque carece de trabas morales que entorpezcan o limiten su acción personal. Está «por encima del bien y del mal». Es un semi-dios que no necesita de la moral.

Hace veintiocho años escribí un ensayo titulado: «El hombre como animal mitogénico, el cual aparece en mi libro La feria de las ideas. En ese escrito afirmo que el hombre no es un ser racional; no lo es de modo completo por tratarse de una entidad inacabada, en mitad del proceso de desarrollo de su inteligencia. Del hombre puede decirse que es, apenas, logoide. Logoide en el sentido de «racionaloide», por supuesto; pero, además, «palabroide».- Logos es palabra y, a la vez, razón. Los lingüistas contemporáneos han revivido el tema que Platón abordó en el Cratilo: la relación de las palabras con las cosas a las que aluden, con la esperanza de definirlas, apresarlas o conocerlas. Los lingüistas de hoy creen que el hombre es un animal «palabrero», que produce discursos, pero incapaz de producir conocimiento fundado. Un «discurso» es una conversación de palabras que no rinde ningún conocimiento o certidumbre acerca de las cosas. Toda la filosofía podría calificarse como un prolongado «discurso onotológico».

Nos han convencido de que los «discursos morales» son instrumentos de dominio de las clases superiores. Para liberarnos, y convertirnos en superhombres, no hay más que abandonar todo precepto moral. Y con las palabras del idioma que condiciona nuestro pensar -a través de la horma de la sintaxis, los mitos y símbolos que contiene-, lo único que podemos hacer es edificar discursos políticos, discursos mercadotécnicos, discursos sociológicos, ontológicos, morales, religiosos, etc. Todos ellos son discursos falaces. La semiótica es la disciplina «que estudia todo lo que puede usarse para mentir», ha dicho Umberto Eco. Para muchos escritores post-modernos es más importante la «falsación» que la verificación. Saber de antemano que todo es falso, es más valioso que averiguar si unos pocos enunciados son verdaderos. El hombre de hoy puede y debe agregar por descuido ese imperativo ético-vivir sin moral y sin filosofía, esto es, sin reglas de conducta, desasido de cualquier obligación trascendente. Por un tortuoso camino hemos regresado a Jonia… con logomaquias más sutiles que las antiguas. Nos han dejado sin moral y sin verdad. Y este despojo intangible fomenta, en todas las sociedades, la angustia, el desorden, el crimen. henriquezcaolo@hotmail.com

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