Palabras y frases en desuso

Palabras y frases en desuso

Metido en la séptima década de la existencia, echo de menos muchas expresiones que escuchaba en mis días de escasa carga de calendario.

Por ejemplo, cuando alguien atravesaba un periodo de escasez monetaria se decía que estaba afectado de prángana, o de fuácata. Hoy se dice del desbaratado económico que “está en olla”. Antes las mujeres carentes de atractivo físico eran calificadas de flejes, gurgucias o guatárfaras. Hoy son conocidas como grillos.

A los hombres con tendencias volátiles se les denominaba lonfas, locas, avarines, y saltapatrás. Ahora se les llama cundangos.

Para señalar que una persona odiaba a alguien, se decía que le tenía tirria. En la actualidad es más común escuchar que no lo pasa, no lo traga, o no lo puede ver.

A quien alardeaba de sus atributos estéticos, o de su posición económica, se le calificaba de fantoche o de comparón. Ahora es más común el término “privón”.

Durante  la década del cincuenta, cuando alguna mujer consideraba que un hombre era atractivo, afirmaba que era “un tubo,  un martillo, o un hembro. En los días que corren manifiestan que está bueno,  bien hecho, o tiene “buena terminación”.

A los aficionados a apoderarse de las propiedades de otros, antes se les llamaba pone manos, o amigos de lo ajeno. Hoy son delincuentes, o simplemente, ladrones.

En la citada década del cincuenta los que mostraban desmedidas ambiciones de dinero eran considerados “angurriosos”, expresión que nadie usa en la actualidad.

A los niños traviesos, inquietos y locuaces, los llamaban caniquinosos, mientras ahora son jodones o carpetosos. Antes, a los adultos con esas características se aludía diciendo que les gustaba fuñir el parto o joder la pista. Hoy, solamente el erudito colega Alvaro Arvelo utiliza la última expresión, pero enmascarada bajo aquello de “jota la pe”. En tiempos pasados, de las mujeres que andaban de hombre en hombre se decía que “tiraban”, y ahora son conocidas como “aviones”.

Hasta hace poco, una persona de limitada inteligencia, o de escasa experiencia mundanal, era un pariguayo, campuno, y come légamo, mientras que en nuestros días, sencillamente no está en nada, o “no tá”, o es un amemao, apleplao, o acoñao”.

Un amigo a quien le envié este trabajo a su correo electrónico me sugirió que escribiera un diccionario de sinónimos de dominicanismos de antaño y de hogaño.

Confieso que me agradó esa magnífica idea irrealizable.

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