Palabras y política

Palabras y política

POR RAFAEL TORIBIO
Parece ser que de todos los animales el ser humano es el único que puede expresar sentimientos y pensamientos en forma de palabras. Compartimos con los demás animales la emisión de sonidos que permiten exteriorizar situaciones que se experimentan, pero sólo el ser humano puede hacerlo articulando términos con significados bajo la modalidad de la palabra, unas veces a través del habla y otras de la escritura.

Mientras la primera tiene gran poder de motivación, la segunda invita a la reflexión.

Utilizamos esta cualidad especial que nos distingue del resto de la especie de forma tan espontánea que no siempre reparamos ni valoramos en su justa dimensión el contenido y significado de los términos empleados, como tampoco del enorme poder que tiene la palabra, sobre todo la hablada. Con la palabra podemos expresar lo que sentimos y pensamos o, simplemente, lo que otro quiere oír o creemos que nos conviene. Por eso, la palabra puede ser utilizada para ocultar los pensamientos y los sentimientos. En el discurso político, por ejemplo, se utilizan palabras de contenidos y significados de gran trascendencia porque se refieren a las personas, sus circunstancias y expectativas, pero se hace sin asumir el compromiso que supone el mensaje que contienen. Otras veces se emplean porque son de uso cotidiano, ignorando lo que quieren decir. Veamos algunos casos en los que usamos determinadas palabras sin reparar en lo que quieren realmente decir, y si lo sabemos no asumimos su contenido con la responsabilidad debida.

Hablamos del bienestar como la disponibilidad de lo necesario, en lo material y en lo espiritual, para que una persona y su familia puedan llevar una vida digna, conforme a las exigencias de una sociedad en el siglo XXI. En la elucubración teórica del contenido de este término olvidamos que quiere decir algo muy sencillo: Estar bien. Bienestar es, simplemente, estar bien. Mientras se promete el bienestar sucede, sin embargo, que la mayoría de la población carece de lo imprescindible para supervivir, mientras unos pocos disponen hasta de lo superfluo en abundancia. Como cada cual no tiene lo que le corresponde, por lo que existe entonces una situación de injusticia que perfila a una sociedad como poco equitativa porque en ella se ha establecido la desigualdad que provoca el descontento social que puede provocar problemas de gobernabilidad.

De manera similar defendemos y demandamos que debemos convivir con los demás por su sola condición de personas con derechos e individualidades que debemos respetar y aceptar, pero olvidamos con frecuencia que convivir no es otra cosa que vivir con, y que la situación de desigualdad e injusticia nos obliga a tener compasión por los demás, lo que implica realmente padecer con el otro, ponerse en su lugar, compartir su sufrimiento, y ser solidario, asumiendo un compromiso personal de luchar por lograr su bienestar.

Recientemente hemos visto que desde el poder se puede ser arrogante rechazando todo cuestionamiento y considerando toda crítica como un ataque que debe ser respondido con la descalificación personal, llegando a la intolerancia. Vimos también muestras reiteradas de falta de consideración por los demás y por las responsabilidades de la función desempeñada, lo que convirtió a esa persona en desconsiderada. Cuando se procede de esa manera se crean disgustos, algunos innecesarios, por lo que la persona termina siendo desagradable, que es una forma de no corresponder a quienes confiaron en que se haría un uso adecuado del poder, hiriendo en ocasiones a quienes les favorecieron con su voto o amistad, lo que le convierte en una persona desagradecida. Se faltó a la compostura, a los buenos modales y a la moderación con palabras y acciones, hasta llegar a la justificación de que todo es válido en la política y que se puede renunciar a lo que antes se había defendido, que es la forma más elocuente de desdecirse. Por esta forma de comportamiento político se fue perdiendo la confianza, terminado en el descrédito.

Por lo que se dice y lo que se hace en la política algunos, que ya son muchos, han preferido apartarse de esta necesaria e importante actividad humana, o participar desde organizaciones de la sociedad civil, en vez desde los partidos políticos.  Pero la independencia del compromiso político partidario no debe confundirse nunca con la neutralidad, si esta quiere entenderse como no comprometerse. Precisamente por estar comprometido con el bienestar y la dignidad de las personas es que algunos han decidido la independencia respecto de los partidos, que a fin de cuenta es solo una de las partes, para poder trabajar a favor de todos.

Las actuales autoridades debieran aprender de esta experiencia y lograr la coherencia debida entre el decir y el hacer. El resultado de las elecciones pasadas evidencian que el pueblo sabe hacer la evaluación y expresarla en las urnas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas