Palco personal: Emigrantes

Palco personal: Emigrantes

Fui el sábado pasado a ver AEmigrantes@ a la Sala Ravelo del Teatro Nacional. La obra es de la autoría del polaco Slawomir Mrozeck, en la que actuaban los actores Roy Arias y Frank Perozo bajo la dirección de la actriz y dramaturga Mariluz Acosta. Sabía a lo que iba. A ver una obra en la que se dramatizaban el dolor y las ansiedades que provoca la condición de inmigrante.

Y, eso fue lo que nos encontramos. Un drama humano desde dos puntos de vista. El hombre que se va de su país por asuntos políticos y que pasada la utopía ya no siente muchas ganas de volver, y el hombre del pueblo que se va porque quiere darle una vida más cómoda a su familia.

He ahí el drama. El del que se hace fuerte y todopoderoso (porque se las sabe todas) y el que se hace el débil y tonto (porque es más fácil no saber nada).

Roy Arias es el desterrado político que no quiere recordar ni regresar a su tierra y Frank Perozo es el que vive con el alma en su tierra y resiste solo con la idea del regreso.

Ambos comparten el beidsman de un edificio en la ciudad de Nueva York. Ambos tienen las maletas bajo sus camas y en ellas todo lo que tienen. Ambos comparten la risa el llanto, la esperanza y la desesperanza. En ambos nace la solidaridad y se presenta la mezquindad. Ambos son parte del todo que componemos la humanidad. Luz y sombra. El bien y el mal.

Y ese pequeño e irrespirable espacio donde se mueren / renacen las ilusiones. Donde suena la vida de los otros como si estuviera matando la nuestra.

Dos personajes detrás de los cuales hay dos probados actores. Frank Perozo ha hecho By le espera una intensa carrera como actor de cine, televisión y teatro. Encarna a un personaje que parece no contener a nadie más. Es orgánico y creíble. Se transforma en ese pequeño idiota que nos despierta la ternura y la solidaridad.

En el caso de Roy Arias, pasa otro tanto. Roy es un excelente actor, que se mantiene vigilante de su personaje constantemente. Se mantiene atento a las escena y a los pasos que da en ella. Sus diálogos son expresados con apego total a la usanza tradicional. Hace un papel racional y desapasionado que nos recuerda que estamos en el teatro y que lo que allí vemos puede ser a la vez, verdad y mentira. (Cosas de la vida!

Ahí está el drama. Los actores. Las luces. La directora (que se fajó a escenificar un texto laaaargo y a poner imagen y gracia a la desgracia), para entregarnos una pieza que valió la pena ver.

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