Conforme era una crónica previa, las Naciones Unidas emitieron el 29 de noviembre último l38 votos para que Palestina obtuviese el estatus de miembro del máximo foro mundial, con 4l abstenciones y 9 en contra.

Solo Canadá y el Reino Unido, entre los países con más poder mundial, se abstuvieron en esta votación histórica, el primero por su estrecha vinculación económica y territorial con el imperio, y el otro por la influencia judía, idéntico a Estados Unidos, en el protagonismo de sus altas finanzas.

 La oposición al nuevo estatus de Palestina de Estados Unidos y su pupilo el Estado de Israel, fundamentalmente consiste en que desde ahora, Palestina dispone de facultades vinculantes para conducir procesos contra Israel por crímenes de lesa humanidad, torturas y vejámenes a seis mil presos palestinos en limbos jurídicos, en el Tribunal Penal Internacional de La Haya, Holanda.

Estados Unidos, a través del Congreso, dominado por el poderoso lobby judío, podría cortar la ayuda económica de US$3 mil millones que destina a los palestinos de Cisjordania liderados por Mahmud Abás, de que no pocos entienden, el suscrito inclusive, que ha claudicado ante el auténtico propósito de que la ONU reconozca a Palestina como el Estado l94 del mundo, que es el reclamo correcto.

Por su parte, el Estado de Israel, liderado por el extremista de derecha del Likud, Benjamín Netanyahu, amenaza con profundizar la presencia judía en Cisjordania que ocupan más de medio millón de colonos usurpando tierras de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), dificultando y alejando cada vez más un acuerdo definitivo para el propósito de que dos Estados convivan pacíficamente en la “Tierra de Promisión”.