Los actuales judíos provienen de pueblos paganos que se convirtieron al judaísmo lejos de Palestina, y por lo tanto no descienden de los antiguos judíos, y que los palestinos árabes son los únicos descendientes de los antiguos judíos”, es la tesis del historiador israelí Shlomo Sand autor del libro “La invención del pueblo judío”.
Pues hoy, y frente a los miles de muertos que dejan los crudos ataques de Hamás y otras milicias, y luego los bombardeos de Israel a Gaza, cunden las alarmas entre las potencias, a sabiendas de que esa guerra lleva 75 años con una estela de muertes, destrucción, despojo de tierra y expulsiones masivas de palestinos. ¿Y la ONU y la llamada comunidad internacional? Poco dicen, pues las grandes potencias –sobre todo Inglaterra- están detrás del génesis del conflicto.
Tal como señala la tesis del señor Sand, y borrando las leyendas infantiles que venden los sionistas, este Israel es un invento moderno, aupado por los afanes del periodista austro-húngaro Theodor Herzl y de supremacistas judíos como Zeev Jabotinsky, pioneros del sionismo. Este movimiento pedía un suelo para los judíos dispersos por Europa, y en 1917 logró “La Declaración de Arthur Balfour”, carta con la cual Inglaterra prometió un “hogar nacional” para los judíos en Palestina, y se concretó con la declaración del Estado de Israel en 1948. Se barajó llevarlos a Uganda, pero ese plan fracasó. ¿Y los moradores de esa región antes de llegar los judíos? Pues son los mismos palestinos árabes que hoy agonizan en una cárcel llamada Gaza.