Palestinos dan adiós a Arafat;
decenas de miles asistieron al funeral

<P>Palestinos dan adiós a Arafat; <BR>decenas de miles asistieron al funeral</P>

RAMALA, Cisjordania (AFP).- Decenas de miles de palestinos participaron el viernes en el entierro de Yasser Arafat, una ceremonia tan descontrolada como emotiva celebrada en la Muqata de Ramala, su último cuartel general, después de un breve funeral oficial en El Cairo.

   Horas antes de ser despedido por su pueblo, el líder palestino, que falleció el jueves a los 75 años en un hospital francés, fue objeto de una ceremonia oficial en El Cairo, a la que asistió su viuda, Suha, y su hija Zahwa, de 9 años, además de responsables del mundo entero.

   En Ramala (Cisjordania), la llegada de los helicópteros egipcios que transportaban los restos mortales del dirigente provocó una intensa emoción entre las decenas de miles de personas que aguardaban en el interior de la Muqata.

   Cuando los dos aparatos tocaron el suelo de Ramala, miles de palestinos se precipitaron hacia ellos con el deseo de transportar a hombros el cadáver de su presidente hasta su tumba, como se hace habitualmente con los mártires, aquellos que dan su vida por el pueblo.

   «¡Abu Ammar, Abu Ammar!», clamaban, llamando al dirigente por su nombre de guerra.

   De nada sirvieron los tiros al aire o las intervenciones de varios miembros del gobierno: el cadáver de Yasser Arafat fue transportado a hombros, a paso lento y titubeante, casi hasta su sepultura en imágenes que serán recordadas por mucho tiempo.

   El primer ministro palestino Ahmed Qurei, el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Mahmud Abas, alias Abu Mazen, presidieron una breve oración rezada ante el cadáver del dirigente, pronunciada por el jeque Tayssir Al Tamimi que había visitado al dirigente en su lecho de muerte en París.

   Tiros de kalashnikov mezclados con llantos y plegarias elevadas al cielo marcaron el momento en que el »rais» palestino fue enterrado en la Muqata, su último cuartel general, en un sarcófago relleno de tierra traída de Jerusalén, donde Arafat soñaba con ser enterrado.

   El ejército israelí logró impedir el último deseo del dirigente palestino e impidió que Arafat repose para siempre cerca de la mezquita Al Aqsa de la ciudad, tercer lugar santo para el Islam, después de Medina y La Meca.

   «Vivimos un periodo difícil pero lo esencial es que el pueblo siga el camino trazado por Arafat», declaró muy emocionado Nabil Abu Rudeina, que fue durante años portavoz del dirigente.

   «Alá es grande», «Nuestra sangre y nuestra vida son tuyas, Abu Ammar (nombre de guerra de Yasser Arafat)», «Desde Ramala hasta París sabemos que han envenenado a nuestro rais», clamaba la multitud, entre los que había palestinos de toda Cisjordania que habían pasado horas en la carretera para asistir al entierro.

   Entre ellos se mezclaban diplomáticos, trabajadores humanitarios, pacifistas internacionales y periodistas.

   El ejército israelí incrementó la vigilancia y se mantuvo en estado de alerta en los últimos días para evitar atentados y multitudes descontroladas durante el funeral.

   En Jerusalén, donde las campanas de las iglesias sonaron cuando el dirigente era enterrado, la policía estaba en estado de alerta 4, decretado sólo en casos de guerra, y los accesos a la mezquita Al Aqsa se restringieron al máximo para la oración del mediodía del viernes.

   Los servicios médicos atendieron al menos a 200 personas, desmayadas y pisoteadas y a cinco heridos de bala hasta el final de la ceremonia.

   Dos horas después de la llegada de los helicópteros de El Cairo, el cadáver de Arafat descansaba en una tumba de mármol negro construida urgentemente en un rincón apacible del complejo de la Muqata, rodeada de pinos y a pocos metros de los edificios semidestruidos por los ataques israelíes.

   «Tenemos todos una gran responsabilidad que asumir pero nuestras instituciones son sólidas y lo conseguiremos. Este no es el fin de una era», aseguró por su parte Nasser Al-Qidwa, representante palestino ante la ONU.

   Horas antes en El Cairo, ciudad que le vio nacer hace 75 años, mandatarios y personalidades de todo el mundo dieron un último adiós oficial a Yasser Arafat en un solemne funeral en el que se destacó su «valentía» y «honestidad» en la defensa de la causa palestina.

   La máxima autoridad religiosa de Egipto, el gran jeque de Al Azhar, Mohamed Sayed Tantawi, ofició esta breve ceremonia en una base militar en las afueras de la capital a la que asistieron su viuda, Suha, y su hija Zahwa, de nueve años.

   A la ceremonia acudieron entre otros el presidente sirio, Bashar al Asad, el rey de Jordania, Abdalá, el presidente libanés Emile Lahud, el sudanés Omar al Bashir, el tunecino Zine El Abidine Ben Ali, el argelino Abdelaziz Bouteflika y el príncipe heredero saudí Abdula bin Abdul Aziz.

   Entre los ministros de Relaciones Exteriores presentes se encontraba el francés, Michel Barnier, y el español, Miguel Angel Moratinos, antiguo representante de la Unión Europea en Oriente Medio.

   Para la mayoría de la comunidad internacional, la muerte de Arafat debe »resucitar» el congelado proceso de paz ya que Israel, que no consideraba al líder palestino un interlocutor válido, no tendrá excusas para no negociar con una nueva autoridad palestina.

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