Palo si boga y si no también…

Palo si boga y si no también…

Existe entre algunos de los más cercanos colaboradores del Presidente en materia de comunicación una idea recurrente de que la oposición política está ejecutando una sincronizada campaña para desprestigiar al principal activo del PLD, que es el propio Leonel Fernández.

Al mismo tiempo, algunos de los estrategas políticos del gobierno quisieran creer que la disminuida popularidad del Jefe del Estado resultaría de fallas comunicacionales. Como si todo andara de maravillas y el maco estuviera en que los mensajes no se transmiten adecuadamente. A mi me parece que ambas nociones están equivocadas. No creo que existe ningún malévolo plan para afectar la imagen del Presidente, sino que una de las funciones propias de la oposición en cualquier país democrático es precisamente señalar lo que creen está mal y eso no lo hacen dándole piropos al jefe del gobierno. Con o sin plan, atacarse recíprocamente es la esencia del combate político. ¿O acaso Fernández le tiró flores al PRD y a Hipólito Mejía en su discurso del domingo?

La dirección de prensa de la Presidencia es a mi juicio una de las dependencias oficiales que mejor trabajo ha hecho durante la Presidencia del doctor Fernández. Su director, el infatigable Rafael Núñez, ha elevado la gestión de estrategia y táctica de comunicación social a un nivel que nunca antes tuvo esa oficina. Pero el producto que él administra, el Presidente Fernández, es también “comunicólogo” y él mismo es su propio consejero en esa materia, reservando sus declaraciones con una prudencia que a veces luce excesiva. ¿Es eso culpa de Núñez?

Tengo la impresión que la reacción de parte del público ante el discurso oficial, de hastío y descreimiento, tiene más que ver con la necesidad de entender que la comunicación es un camino de dos vías que con el mensaje mismo. Se dice, pero también hay que oír y escuchar.

¿Duda alguien que el Presidente conceptualizó brillantemente el domingo?

Quizás demasiado. Ronald Reagan revolucionó la política y la economía de Estados Unidos a principios de los ochenta y sus discursos duraban diez minutos y casi nunca citaba ninguna cifra. Con mensajes simples alentaba esperanza y motivaba a sus seguidores. Sus ideas eran compartidas por la gran mayoría y esa sintonía era la fuente de su poder político. Talvez a las comunicaciones gubernamentales les hace falta un poco más de esto y menos perfección.

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