Panaceas y realidades

Panaceas y realidades

A mucha gente se le ha vendido la idea de que la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) será una especie de varita mágica que solucionará los angustiantes problemas económicos y sociales surgidos a partir de un problema bancario manejado por las autoridades de manera impropia y que, según ellas mismas, hizo que se esfumaran más de RD$55,000 millones que la economía no recuperará jamás.

Se ha hecho creer que por sí sola, esa concertación bastará para resarcir pérdidas y reparar daños que han afectado los intereses de todos y cada uno de los dominicanos.

Aún viendo las cosas con el más firme optimismo, uno no alcanza a comprender la forma en que ese convenio ayudará a recomponer el aparato productivo para que vuelva a sus niveles de competitividad y dinamismo.

Hay que considerar que el acuerdo con el FMI ni sus disciplinas conexas podrían revertir el nivel de devaluación de la moneda nacional ni sus destructivos efectos sobre el poder adquisitivo. Tengamos en cuenta que un número apreciable de empresas, pequeños negocios y talleres han ido a la quiebra en medio de esta descapitalización general de la economía, y que por esa causa el índice de desempleo ha repuntado en alza de manera escandalosa.

El poder de compra del dinero y los precios acusan sentidos contrarios y el nivel de inflación, que los predictores oficiales situaban en 2,4% para finales del 2003, realmente ascendió sobre un 40% y no hay indicios de que vaya a detenerse ahí.

[b]-II-[/b]

Las preguntas cruciales que hay que dirigirles a quienes están tratando de recomponer la economía es de qué manera indexarán las finanzas públicas para «taponar» el hoyo de más de RD$55,000 millones, y cómo harán para contener el proceso devaluatorio que ha empequeñecido nuestra capacidad de compra y que ha dislocado las transacciones en divisas fuertes.

Quizás la peor inquietud que provoca la situación es que las autoridades han puesto a prueba varios exorcismos y ninguno de ellos ha podido domar los demonios que han poseído nuestra economía. Por ejemplo, se pretendió reanimar las finanzas mediante la venta de miles de millones de pesos en Certificados de Participación del Banco Central, pero la operación ha tenido un efecto boomerang, porque el pago de los intereses a los adquirientes de estas letras de cambio representa una carga terrible para el Estado en los actuales momentos. Otro traspié consistió en intentar narigonear el mercado de divisas por medio de acciones de fuerza que, entre otros reveses, nos ha traido un poderoso mercado negro.

Estas circunstancias han provocado que a la crisis original se sumara la desconfianza generalizada, que es uno de los elementos más perniciosos para cualquier economía en dificultades, como es el caso de la nuestra. Agreguemos a esto la influencia que suelen ejercer los procesos electorales sobre las economías, en particular cuando elementos como la búsqueda de continuidad en el poder se prestan para controversias.

Lejos de pretender inculcar pesimismo, aspiramos, con estos señalamientos, a que todos veamos la situación con el prisma del realismo, sin dejarnos llevar por la ilusión que están tratando de vender algunas autoridades, de que firmado el acuerdo con el FMI se acabaron los problemas. De esa panacea a la realidad hay mucho trecho.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas