Pandemia puso una lupa sobre carencias y rutas urgentes en RD

Pandemia puso una lupa sobre    carencias y rutas urgentes en RD

El uso óptimo del capital humano y recursos naturales es clave en la estrategia para desarrollar la agropecuaria y la industria, junto a una mayor inversión en tecnología, investigación e innovación.

Algún día, cuando pasen los años y nuestro presente se sumerja en la historia, las generaciones futuras quizás se enterarían de que una vez en medio de una pandemia que apareció desnudando carencias y poniendo un reflector sobre caminos urgentes, era tal la convicción de que no se debe echar vino nuevo en odres viejos, que República Dominicana rompió sus añejos moldes, dando paso a un modelo de desarrollo solidario, competitivo y sustentable, generador de bienestar colectivo.

Y sabrían, tal vez, que tan recia era la voluntad política que, de manos de toda la sociedad, el nuevo Gobierno impulsó postergadas reformas que empezarían a desarrollar al país vinculando las estrategias económicas con lo social y ecológico, optimizando los recursos humanos, naturales y tecnológicos.

¡Un sueño! Una realidad esperada en sesenta años de democracia. Aspiración de una población agobiada por la escasa movilidad social y la inseguridad ciudadana. Una necesidad insoslayable para lograr el desarrollo humano a la par con un crecimiento económico inclusivo, condición medular para reducir la pobreza y la desigualdad, acrecentadas por la covid-19.

Su consecución implica eficiencia en la educación, priorizar lo que debe ser la principal riqueza nacional, sus recursos humanos, la palanca que impulse un salto cualitativo. ¿Será Posible? Por qué no.

¡Un futuro viable! De lograrse constatarían que, finalmente, cesó un modelo de tanta inequidad que por la precaria educación, salud y falta de oportunidades el país desaprovechaba su potencial humano. Hombres y mujeres desempleados o con bajos ingresos en los sectores formal e informal, mientras jóvenes con diplomados y maestrías, migraban al exterior.

Un cambio oportuno, pues con la crisis se vislumbró una difícil disyuntiva: reorientar un estilo de desarrollo de exigua redistribución o poner en riesgo la paz social, la sana convivencia, al ignorarse el alerta sobre un posible desbordamiento de la criminalidad.

Años después, asomarían los resultados del trabajo mancomunado de los gobiernos central y municipales, organizaciones empresariales, sindicales y profesionales, las universidades y el empresariado coordinando la formación técnica y profesional.

Y el cuerpo diplomático enfrascado en la promoción del turismo y búsqueda de mercados para rubros agrícolas e industriales incrementados a fuerza de competitividad, en procesos productivos sin lesionar el medio ambiente.

¿Será posible? Por qué no. Pero volvamos a la realidad actual, al 2021. En medio de la pandemia, el país está a expensas, una vez más, de los vaivenes internacionales con un sistema económico tan vulnerable como la gente en quien repercuten vendavales externos que reducen su calidad de vida.

En un mundo globalizado que recién experimentó el cierre de fronteras, a todas luces conviene fortalecer el aparato productivo nacional, garantizar la seguridad alimentaria, cubrir el mercado local y generar excedentes exportables.

Entre las recomendaciones para encaminarse a la meta aspirada, economistas han propuesto ajustes en las políticas públicas, reorientar un crecimiento económico sustentado en déficits fiscales financiados con deuda pública, la cual desborda por la covid-19 hasta topes preocupantes.

A diez meses de asumir el poder, el Gobierno está enfocado en los estragos sanitarios, económicos y sociales del coronavirus, en mejorar su imagen en justicia y transparencia. Busca respuestas a males que afloran en distintos ámbitos y anuncia proyectos esperanzadores, algunos iniciados.

En el panorama social se destaca el auspicioso programa de viviendas que empezaría a reducir el gran déficit habitacional, así como el proyecto que fomenta el emprendimiento y ofrecerá oportunidades a más de 850 mil jóvenes que no trabajan ni estudian.
A la vez, el Gobierno procura mejorar la seguridad alimentaria a través del gabinete agropecuario. Naturalmente, dependerá de que cumpla su cometido y no sea inoperante como tantas otras comisiones, incontables leyes y pactos engavetados.

Producción interna. La coyuntura actual reclama urgencia, premura en rezagados planes para dinamizar la agropecuaria y la industria, invertir en tecnología, innovar, obtener una productividad y calidad que se traduzcan en competitividad.

Al tiempo de aumentar las exportaciones, sobre todo en productos de mayor fortaleza, ganar mercados, ampliar los existentes, entre ellos el de Haití, nación con la que procede activar el comercio, afianzar armoniosas relaciones con la regulación de los inmigrantes haitianos y contención del cruce ilegal, posible sin verja fronteriza.

Con la escasez de productos y alzas de precios en los mercados internacionales se evidenció la importancia de la seguridad alimentaria en tiempos de crisis, la necesidad de producir localmente los rubros de la canasta básica.

Además, el país no estará ajeno a futuras contingencias, menos aún en un mundo afectado por el calentamiento global y la conducta histórica de naciones poderosas de manejar el mercado a su conveniencia, con el proteccionismo, controles de precios y acaparamientos, como en las vacunas contra la covid-19.

Por supuesto, no se trata de autosuficiencia plena, sino de menor dependencia externa, menos vulnerabilidad, elevar la productividad agropecuaria, maximizando el uso de suelos, agua y otros insumos, ampliar las fronteras agrícolas con tierras baldías o subaprovechadas. Cultivar maíz, sorgo y otros frutos importados, sanear plantaciones de café y cacao, fomentar la siembra de frutos exportables.

Sector industrial. Pese a los avances macroeconómicos, la producción manufacturera de origen local se mantiene con escaso valor agregado, las exportaciones apenas crecen, y con el déficit de balanza comercial persiste la falta de dólares de que adolece la economía dominicana.

Desde hace años se observa en las manufacturas nacionales un decrecimiento de la participación en el Producto Interno Bruto (PIB), con un nivel de exportación inferior al de las zonas francas.

Urge un mayor impulso del Plan Nacional de Industrialización (2020-2024), con cinco ejes estratégicos: potenciar la productividad y competitividad de la industria local y las zonas francas: cohesión de la política de promoción internacional, fomento de los encadenamientos productivos y fortalecimiento de sus estructuras, entre otros.

A la vez, dinamizar acciones que esa agenda prioriza para abordar la descalificación del capital humano y la captación de inversiones, y que las pequeñas y medianas empresas (Mipymes) eleven su capacidad de agregar valor a los procesos industriales.

Mercado interno. Procede expandir el mercado local con una mayor oferta de productos de la agropecuaria e industria nacionales, aumentar el poder de compra de los consumidores, lo que derivaría de políticas de creación de empleo, trabajo digno, mejor retribuido, que activarían el comercio, la economía.

Asimismo, mejorar la seguridad social, los servicios públicos, reducir el costo de la canasta básica, incrementada con excesivos impuestos al consumo en perjuicio de los sectores de menores ingresos. En fin, elevar la calidad de vida de la población.

¿Será posible? ¿Se realizarán las reformas políticas, económicas y sociales que requiere la sociedad? ¿Será un logro del actual Gobierno o tendrá la ciudadanía que volver a clamar por el cambio?

No lo sabemos. Hay razones para decir sí, pero también indicios para la duda. Esperemos, es temprano para esos vaticinios.

LAS CLAVES

  1. Seguridad alimentaria
    El país dispone de un buen potencial para producir la mayoría de los rubros agrícolas, pecuarios y forestales que requiere. Esto le permitiría desarrollar un sistema alimentario sostenible, vinculado a la conservación ambiental, a las estrategias climáticas, a la protección de los ecosistemas. Orientarse hacia una economía verde, modificando un modelo de desarrollo y consumo que lesiona el medio ambiente. La seguridad alimentaria es esencial en tiempos de crisis, depender de la agricultura de otro país constituye un riesgo durante una pandemia como la actual. Carece de sentido que una nación tenga que importar alimentos que puede producir dentro de sus fronteras.
  2. Tecnología
    La tecnología será una de las claves del éxito de un sistema alimentario sostenible y la exportación de bienes competitivos de calidad. Esto requiere de un valor agregado en conocimiento, pero el componente tecnológico de las exportaciones de origen local es muy bajo. Por eso la importancia de crear propiedad industrial, mejorar procesos, productos y servicios.
  3. Reforma fiscal
    De alta prioridad es una reforma tributaria integral, un mecanismo vital en la función redistributiva, de una más equitativa distribución de la riqueza. Una herramienta idónea para cerrar brechas sociales que emane de la firma del esperado pacto fiscal, un sistema impositivo más equitativo y justo, que elimine privilegios fiscales y evite la fuga de recursos a través de la evasión y elusión. ¿Será un mérito de la actual administración?
  4. Cerrar brechas
    El Banco Central anunció que el país retomó el crecimiento económico. Un buen augurio, esperanzador para comenzar a cerrar brechas, saldar la histórica deuda social, canalizar recursos para mejorar los servicios públicos, lograr una mayor cobertura y eficiencia en la atención primaria en salud, dotar de calidad a la educación, eliminando la asimetría en la enseñanza pública y privada.

Innovación y competitividad

Muy pocos avances innovativos se registraron antes de la pandemia a través del Consejo Nacional de Competitividad, ni siquiera en el 2019 declarado “Año de la Innovación y Competitividad” a fin de facilitar el comercio, simplificar las regulaciones, optimizar y transformar los procesos productivos.

El país necesita investigar, diagnosticar realidades, crear conocimiento aplicable, innovar. Aumentar la inversión pública y privada en investigación, es ínfima, alrededor de 0,03 % del PIB, cuando aun la rezagada América Latina promedia poco más del 1% y mayores proporciones en países desarrollados.

9El desarrollo de la manufactura deberá dirigirse hacia un acercamiento a la frontera tecnológica, orientarse a la innovación, a lo que implica la mentefactura, el talento humano, un estadio de desarrollo demandante de personal altamente calificado.

No debe postergarse la inversión en competitividad mediante la investigación, la innovación y el desarrollo, herramientas vitales para mejorar procesos y productos en una búsqueda sistemática de productividad, sin la que no puede ser sustentable ningún sistema económico.

A la creación de conocimiento a través de la investigación, sucederá su aplicación en el proceso de innovación con fines de convertirlo en un nuevo producto o un servicio, mejorar una manufactura existente o incorporarle ventajas que faciliten su introducción en el mercado.

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