Pandemia y cotidianidad

Pandemia y cotidianidad

Es evidente que la pandemia ha marcado nuestra cotidianidad de manera importante, de manera dramática, como le gusta decir a algunos amigos. Efectivamente, lo que hacemos cada día está condicionado severamente por su dinámica.

Ella se ha encargado de colocarnos límites e instaurar dinámicas a los más diversos estilos de vida de los diferentes sectores sociales sin solicitar permiso alguno. Sencillamente irrumpió en la cotidianidad e impone inevitables dinámicas sociales y más nos vale actuar de manera razonable, pues la consecuencia de no hacerlo sería sencillamente muestra de insensatez e irresponsabilidad.

Así, desde las más sencillas y minúsculas cuestiones hasta las más complicadas y exuberantes se ven condicionadas en su desenvolvimiento cotidiano por esta situación inesperada y no nos queda más remedio que la adaptación inteligente para una sobrevivencia saludable.

Probablemente una de las situaciones que nos hace más conscientes de lo novedoso de esta cotidianidad es la cuestión de los horarios. Sobre todo ese inevitable encierro a tempranas horas de la tarde que obliga al desarrollo arduo de la inventiva para ocupar un tiempo que luce en ocasiones como interminable.

Esa reclusión se encarga de recordarnos, de hacernos conscientes de la condición en que nos encontramos. Probablemente de no hacerlo así el recordatorio sería realizado por vías más dramáticas.

En estas condiciones, para muchos la televisión reafirma su realidad de gran aliada a los fines de vencer los rigores de un tiempo que siempre sigue su ritmo con parsimonia inquebrantable. En el barrio la exposición a la pantalla chica probablemente se comparta con la sociabilidad del vecindario facilitada por la aglomeración espacial y la facilidad del encuentro difícilmente imposibilitado por la vigilancia policial.

Y así, entre conversaciones acerca de una diversidad temática dominada por la dinámica de una especie de revisión-repaso de la cotidianidad que está por finalizar arropada por la noche para dar paso al descanso reparador, permitido de mejor o peor manera y cuando ello es posible, por la “muy breve cena” que ayuda en el intento de tranquilizar los demandantes estómagos que en movimiento exigente….esperan algún tipo de satisfacción inhibidora que ayude al descanso.

Y que pone en jaque a las familias populares con hijos pequeños que alimentar acicateados por un hambre normal que no es fácil de satisfacer con razones que no sean comestibles.
El sueño resulta un aliado importante en la medida en que pone coto a la demanda de creatividad constante y nos permite el descanso en un sentido amplio y ojalá que reparador. Y de nuevo, la mañana.

Ella parece reponernos la sensación de normalidad por cuanto aparece vinculada al trabajo o, en un sentido más amplio, al tiempo ocupado en actividades establecidas y rutinarias en busca de la sobrevivencia.Pero, llegado el mediodía y la tarde reinicia la implacable rutina. No nos queda más que la perspectiva del confinamiento hasta el día siguiente.

No parece que tengamos por el momento otra alternativa. Ojalá que cada quien consiga desarrollar tardes productivas según sus posibilidades y pueda convertir esta cotidianidad obligatoria en un tiempo productivo.

Ojalá que el barrio pueda seguir siendo lugar de encuentro para la conversación, el descanso y la muy agradable socialización al estilo barrial. Marcada por una informalidad respetuosa, aunque en ocasiones interrumpida por la impertinencia imprudente.

¿Nos ayudará esta cotidianidad como colectividad a hacernos mejores? Nos servirá para descubrir dimensiones que sólo pueden descubrirse en “esta cotidianidad” que se nos impone sin podernos quejar con nadie a quien cargarle el dado de la culpabilidad de una situación inevitable?Conversar, que es también una manera de pensar en colectivo, puede ser una excelente ocasión de aprendizaje acerca de la vida y sus vericuetos…

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