Se está creando un pandemónium, un avispero, alrededor de las reformas apenas anunciadas, aún por elaborar.
Llueven propuestas, proliferan reacciones sin planteamientos alternativos que pudieran afectar nuestra economía y hasta los 58 años de democracia ininterrumpida que hemos tenido.
Anticipan rechazo sin ponderar eventuales beneficios. P.e.: Las reformas constitucionales del 1994 que instituyeron 50%+1 y doble vuelta electoral, beneficiaron al PLD, que se replegó, sigilosamente, de las negociaciones llevadas a cabo por PRD y PRSC.
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Otros se oponen anticipadamente a reformas económicas, sin ponderar responsabilidades para reorientar economía y alcanzar sostenibilidad en crecimiento, mejorar distribución, generar más y mejores empleos, aumentar competitividad vía mayor competencia, reducir informalidad y aumentar sostenibilidad fiscal. Lo hacen con declaraciones de barricadas, incendiarias. Renuncian a discutirlas como para fustigarlas después. Renglones se visten de gallinas de huevos de oro para “blindarse” y/o procurar incluso beneficios adicionales. Lluvia de propuestas y proliferación de reacciones dificultan discusiones.
No se pondera que el avispero que se está creando afecta nuestra democracia y economía.
Empeora clima político para atraer inversiones, financieras y directas, nacionales y extranjeras, propulsoras del crecimiento.
Podría llevar a la extinción de lo que resta del sistema de partidos después de reducirse PRSC y PRD a mínima expresión, con PLD desafiado judicialmente a sobrevivir por involucramiento a hechos dolosos.
Podría arrastrar incluso al PRM, si es que no pone de su parte, como contraparte a exigencias que la población y agentes económicos pudieran formularle al debatir reformas.
Evitarlo requiere del PRM y gobierno moderar autosatisfacción y autosuficiencia; desistir de aspiraciones 2028 para centrarse en gobernar bien, frenando proselitismos ultra prematuros; abandonar práctica de gobernar a futuro, distrayendo atención a necesidades presentes; abstenerse de gobernar mediáticamente, anunciando soluciones, forjando ilusiones y espejismos, como respuestas a problemas inmediatos; asumir responsabilidades y competencias de cada instancia gubernamental en lugar de sobrecargar investidura presidencial y su casa, el Palacio.
Y comedimiento al manejar recursos para revestirse de autoridad moral al exigir sacrificios a agentes económicos y ciudadanos que puedan derivarse de reformas.