Pandora en tiempo de crisis

Pandora en tiempo de crisis

Mientras realizábamos nuestros estudios de bachillerato, el Padre Brache, políglota y culto sacerdote salesiano, el maestro Colombo, SDB, y el ilustradísimo y también salesiano de Don Bosco, P. Mario Borgonovo, nos cultivaron en las letras, la historia universal y la mitología griega y romana. Confieso que desde entonces quedé fascinado por la imaginación helénica y latina.

Ahí fue que pude aprender de las divinidades –dioses- y creaciones mitológicas de estos pueblos: Que Cupido, hijo de Marte y Venus -los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, se dice frecuentemente-, es el dios romano del amor y Eros el correspondiente dios griego. Que Febo y Apolo son los dioses romanos y griego de la belleza, respectivamente.

Pude no sólo memorizarlos –claro, tenía apenas unos 15 años y no conocía siquiera la palabra stress, ni el bueno ni el malo-, sino que gracias al énfasis de mis maestros, pude captar la identificación de esas deidades fabulosas con lo que esos pueblos entendían que eran principios, valores e ideales.

Aun conservo en mi memoria, a pesar del proceso de desmemorización que se apodera de uno cuando comienza, como yo, a cumplir los tas, que Flora es la deidad romana de las flores mientras Cloris es la equivalente griega; Que Neptuno es el dios romano del mar y Poseidón en la mitología griega. Que Mercurio es el dios del comercio y mensajero de dios en la romana y Hermes en la griega. Que Venus es la diosa del amor, la belleza y la fecundidad romana mientras su homóloga griega es Afrodita.

Que Temis, como encarnación del orden divino, las leyes y la costumbre, es la diosa griega de la Justicia, representada con una espada en una mano y una balanza en la otra y con una venda en los ojos, mientras Iustitia es su equivalente romana, la que aparece situada sobre un león para significar que la justicia debe estar acompañada de la fuerza.

Que Zeus –el dios de dioses-, defensor de la verdad y protector de la justicia y la virtud, era el equivalente al dios romano Júpiter y quien tuvo con Temis a su hija Astrea.

Que Zeus hizo a la primera mujer, llamada Pandora, quien, aceptada felizmente por Epimeteo, no pudiendo aguantar su creciente curiosidad para conocer el contenido de la caja que conservaba su compañero en una habitación de la casa, abrió (recuerden que hay otra versión, que da cuenta de que abrió la caja accidentalmente) la tapa para conocer y mirar lo que había dentro.

Pandora quedó sorprendida cuando escaparon, según una versión, varias plagas para atormentar a la especie humana, entre las cuales se encontraban el reumatismo, la gota, la envidia, la ira y la venganza o salieron todas las bendiciones, conforme a otra leyenda. Lo interesante en ambas fábulas es que quedó en el fondo del cofre la esperanza.    

Ahora que nos cuestionamos sobre tantas realidades nacionales e internacionales críticas debemos pedirle a Pandora que no abra la caja de males o porque ya tenemos muchos o porque se nos han fugado muchas bendiciones y además que si la abre salga a buscar y rescate la abundancia y la gracia, para entrarla nuevamente a la urna, dejando en el mundo etéreo las imprecaciones y las maldades. ¡No las queremos ni la necesitamos!

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