Panfletos y reflexiones

Panfletos y reflexiones

UNO
Y quién sabe si se nos imponga la necesidad de descargar la memoria, como se descarga un inodoro, o como un adolescente se arroja al precipicio, ardiendo en el desdén de la amada.

DOS

Nuestra inocencia fue soñar con un régimen de progreso sustentado en nuestras suposiciones idílicas de que el mundo se mueve en un orden lineal, una secuencia histórica y una transparencia moral.  Soñadores empedernidos como Ulises Francisco Espaillat y Juan Bosch nos infectaron con sus prédicas y sus conductas. Pues no. ¡Jódanse! Lo que hay es este eterno transcurrir inacabado. Y no hay culpables. Un mundo dividido entre pendejos y corruptos.

TRES

Hay tantas simulaciones groseras a que el existir obliga en este país,  que a veces callar es postular el sarcasmo. En la palabra puede ser dicho todo lo claro y lo oscuro, se pueden guardar lo confuso y lo vulgar, lo extraordinario y el suceder común.  Pero  el silencio puede extender sus brazos a la desolación moral del siglo en esta media isla, y acusar a esa pequeña burguesía “artística” que vende su espíritu por dinero, sin importarle el daño que le hacen a un país acosado por la corrupción, saqueado sin misericordia por unos políticos que amasan riquezas obscenas, hundido en la ignorancia y la miseria material que genera la más despreciable abyección.  ¡Yo, también sé!

CUATRO

Tal vez, como dijo Octavio Paz, “siempre en la historia es noche y es deshora”.

CINCO

Vivir posmodernamente es vivir sin una forma de reintegración de las conductas. Asumir las coordenadas de la posmodernidad significa entender que el mundo contemporáneo trae juntas la racionalidad y lo que la amenaza.  Cada vez más, en el universo de la marginalidad globalizada, hay países en amenaza de disolución, porque la actividad productiva de los mismos no alcanza ni al cincuenta por ciento de sus necesidades, y porque, en rigor, el Estado es expresión de algún grupo político. En ese círculo de fuego estamos nosotros, y es  “natural” que haya  tantos nuevos millonarios asaltando el Estado, y que una cosa sea lo que se discute en FUNGLODE, y otra muy distinta lo que ocurre en la práctica política cotidiana. ¡Eso es vivir posmodernamente, sin una forma de reintegración de las conductas!

SEIS

Algún tugurio, una cueva mal oliente, debería llevar el nombre de J. A. Ozorio Lizarazo, el más famoso de los intelectuales extranjeros pagados como plumíferos por Rafael Leónidas Trujillo Molina. Y no se trata de un masoquismo que revele el carácter irrisorio de la naturaleza humana, sino promover al rango de monumento lo que Joaquín Balaguer ha llamado “La palabra encadenada”.  Nadie como J. A. Ozorio Lizarazo  hizo de la palabra en nuestro país ese lugar sinuoso que negaba cualquier intento de situar la historia, y se la vacunaba contra todo contenido ético, propiciando una batalla en la que nada importaba, sino ese manejo diestro del buen decir, que Trujillo compró a numerosos intelectuales del mundo.  Rata despreciable,  Balaguer mismo, quien lo trajo al país, lo define como  “un intelectual moralmente arruinado”; y yo lo he recordado, ahora que el culto a la personalidad no parece sonrojar a nadie, y que hay otras ratas,  porque podría ser un recuerdo útil, que remita a cada momento a quienes manejan la palabra y el pensamiento a ese símbolo repugnante de intelectual, y en un mismo gesto, a lo contrario de la abyección y el miedo.

SIETE

Hemos soñado un país que se inserte en la modernidad, que abra sus puertas al sueño de la justicia, del progreso.  Una fatal ostentación del lenguaje, que en la cubierta de la vida nos han hecho pagar muy caro.  ¡Oh, Dios!

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