El papa Francisco cerró ayer la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, con lo que formalmente puso fin al Año Santo de la Misericordia que declaró para enfatizar la necesidad de una mayor reconciliación y perdón en la Iglesia y en el mundo.
Después de cerrar la puerta fuertemente ornamentada, Francisco instó a unas 70,000 personas que asistieron a la misa en la Plaza de San Pedro del Vaticano a que —si bien el año de plegarias y encuentros especiales ha terminado— permanezcan abiertas a las perspectivas de la reconciliación.
“Pidamos la gracia de no cerrar nunca las puertas de la reconciliación y el perdón, y de saber cómo ir más allá del mal y de las diferencias, abriendo todo camino posible de esperanza”, dijo el papa durante la homilía. Un día antes, en una ceremonia en la que la Iglesia recibió 17 nuevos cardenales, el papa lamentó una oleada de hostilidad y polarización en el mundo, especialmente hacia aquellos que muchos consideran enemigos simplemente porque son otras nacionalidades, religiones o razas. “Así como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de los méritos que tenemos, también nosotros estamos llamados a inculcar esperanza y a ofrecer oportunidades a los demás”, dijo Francisco el domingo.