El papa Francisco defendió ayer la reforma y “purificación” de la Iglesia católica, pero siempre evitando los meros “retoques cosméticos”, durante la misa de apertura de la XXI Asamblea General de Caritas Internationalis.
El pontífice aseguró que Jesús “no quiere que su Iglesia sea un modelo perfecto que se complace de su propia organización y que es capaz de defender su buen nombre». Señaló que los problemas y obstáculos “no se afrontan con una receta preparada”, sino con tres “elementos esenciales” extraídos de los “Hechos de los Apóstoles»- la humildad de la escucha, el carisma del conjunto y el coraje de la renuncia. Sobre este último precepto, recordó que los apóstoles, en su primera gran reunión sin Jesús de Nazaret, tuvieron que debatir cuáles de las viejas enseñanzas previas a Cristo hay que conservar. “Por el bien de la misión, para anunciar a todos y en modo transparente y creíble que Dios es amor, también aquellas convicciones y tradiciones humanas que obstaculizan más que ayudan, pueden y deben ser abandonadas”.
Francisco dijo que también el clero “tiene necesidad de redescubrir la belleza de la renuncia”. “Para purificarnos debemos evitar el ‘gatopardismo’, es decir, fingir que se cambia para que todo siga igual”.