Papa era amigo entrañable de los desposeídos

Papa era amigo entrañable de los desposeídos

POR FERNANDO QUIROZ
Con la muerte del Papa Juan Pablo II el mundo ha perdido a un hombre de Dios en la tierra, a un amigo entrañable de los débiles y desposeídos, y a un defensor insobornable de la libertad de las personas, expresó ayer el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez.

Se ha ido, agregó el prelado, «un reclamador indomable de los derechos humanos, un adalid de la justicia social y un luchador tenaz a favor de la paz».

Al encabezar una misa en la Catedral junto a los obispos dominicanos por el eterno descanso del Santo Padre fallecido, López Rodríguez recordó que el Papa llamó cariñosamente a los dominicanos «primogénitos de la fe en América».

El arzobispo de Santo Domingo anunció que en la tarde de hoy se ausenta del país por cerca de un mes para participar en Roma los funerales del Papa, así como en el cónclave de los 117 cardenales que elegirán al nuevo jefe de la Iglesia Católica.

La Catedral de Santo Domingo fue abarrotada hacia la salida de sus tres puertas por un entusiasta feligresía que oró y cantó a Karol Wojtyla, el Papa Juan Pablo II, quien falleció a la edad de 84 años en sus habitaciones del Vaticano, luego de sufrir quebrantos de salud.

A la ceremonia asistieron el vicepresidente Rafael Alburquerque y esposa Martha de Alburquerque; la primera dama Margarita Cedeño de Fernández, los secretarios de Educación, Alejandrina Germán; y de Medio Ambiente, Max Puig. También el rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Roberto Reyna y el embajador de Francia, Jean-Claude Moyret.

Igualmente, asistió el ex presidente Hipólito Mejía y su esposa Rosa Gómez, el ex secretario de la Presidencia, Sergio Grullón y su esposa Isabel Mejía.

«El mundo se ha estremecido», manifestó al final de la homilía López Rodríguez al hacer alusión a la muerte del Papa, a quien definió como un evangelizador intrépido y exitoso. «Su recuerdo es para nosotros una bendición», apuntó.

El Cardenal estuvo acompañado en la misa por el presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, arzobispo de Santiago, Ramón Benito de la Rosa; así como de los obispos de la diócesis de La Vega, Antonio Camilo González; de San Francisco de Macorís, Jesús María de Jesús Moya; de San Juan, José Dolores Grullón Estrella; La Altagracia, Gregorio Nicanor Peña Rodríguez; así como Juan Antonio Flores, arzobispo emérito; Francisco José Arnaiz, obispo emérito y los arzobispo auxiliares de Santo Domingo, Pablo Cedano y Amancio Escapa.

Concluida la homilía, López Rodríguez instruyó a los obispos a que en su ausencia celebren misas en sus respectivas diócesis, y novenarios en las parroquias. Anunció que habrá una misa nacional en la basílica de Higüey, coordinada por monseñor De la Rosa.

Durante la homilía amplificaron música sacra, y el coro de la Catedral interpretó varios cánticos. Una imagen del Papa Juan Pablo II, fue colocada al frente del altar con dos cirios en los extremos. Un amplia representación de religiosas y sacerdotes participaron en la misa.

Casi al pie del altar, en una larga mesa rectangular, con mantel blanco, fueron colados tres cirios en cada extremo. Próximo, un largo cirio, también encendido, con la inscripción del año 2005.

REGRESÓ PARA CELEBRAR

López Rodríguez informó que al término de esta semana estuvo reunido con otros diez cardenales y 40 obispos en Domus Galilaeae (Casa de Galilea), y al conocer las últimas condiciones de salud del Papa decidió, en Jerusalén, antes de viajar a Roma, regresar a Santo Domingo para celebrar esta misa por «el queridísimo y hoy llorado Juan Pablo II».

En su homilía, monseñor López Rodríguez dijo que la frase más repetida en estos días por católicos, cristianos, judíos, musulmanes, budistas y otras religiones, a cuyos líderes Juan Pablo II encontró en muchas ocasiones; no creyentes, profesionales y gente de la calle, ricos y pobres ha sido: «Era un padre, padre de todos».

Los desheredados de la fortuna, desplazados, explotados y perdidos han proclamado: «Era nuestro defensor».

En tanto, expresó López Rodríguez, miles de jóvenes han dicho «Hemos perdido nuestro amigo, nuestro guía».

Definió al Papa Juan Pablo II como un hombre de cualidades humanas excepcionales, por encima de todo, profundamente espiritual.

Cree que el pontífice será siempre llamado el Papa peregrino de la paz, de la nueva evangelización, del diálogo, del ecumenismo, del derrumbe del muro de Berlín, del fin de la guerra fría, de la solidaridad, de la vida, de los jóvenes, del humanismo moderno y últimamente el Papa de la entereza ante el sufrimiento.

ARRODILLADO

«Como poeta y artista, que lo fue, Juan Pablo II llegó su pontificado de gestos y símbolos. Así lo vimos arrodillarse y besar con devoción el suelo de cada nación que visitaba por primera vez», leyó el arzobispo de Santo Domingo.

Lo vimos, agregó, rodeado de los jefes principales de todas las grandes religiones orar en Asís por la paz del mundo. «Lo vimos calarse en casco de minero, lucir un sombrero mejicano, endosarse una cabellera de indio del oeste o vestirse un poncho peruano a los atuendos tribales de Africa», añadió.

EL PAPA EN EL PAÍS

A 26 años de su proclamación, recordó López Rodríguez, «todavía resuena en nuestra memoria y corazón» lo que dijo en su primer viaje, en la misa de la Plaza de la Independencia: «Que no haya campesinos sin tierra para vivir y desenvolverse dignamente, que no haya trabajadores maltratados ni disminuidos en sus derechos…que haya corrupción, que no haya a quien le sobra mucho, mientras a otros inculpablemente les falte todo…que no haya familia rota, que no ya injusticia ni desigualdad en la impartición de la justicia».

Resaltó su fina sensibilidad, su pasión por los que sufren, por los enfermos, por los ancianos, pobres, desplazados, presos, por las víctimas de terremotos y maremotos, por las víctimas de la guerra, por todo aquel que es postergado, maltratado y destruido.

Dijo que durante casi 27 años de pontificado nunca temió en acudir prontamente adonde esa dignidad estaba siendo maltratada o aquellos foros donde se discutía (la ONU y sus agencias especializadas».

Además de filósofo de vocación y profesión, antes de ser Papa, catedrático de Ética de la Universidad de Lublín, descubre y proclama que esa dignidad humana pertenece al mundo racional y por eso no duda, en todos sus pronunciamientos, dirigirse siempre a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

AL SER PAPA

López Rodríguez recordó que al día siguiente de la elección de Juan Pablo II como Papa, en su alocución a los cardenales en la capilla sixtina, dijo: «…Para decirles sin presunción, sino con humildad sincera nuestro deseo de prestar una colaboración eficaz a las causas permanentes y predominantes de la paz, del desarrollo de la justicia internacional».

AMOR A LA VIDA

Su amor a la vida, como don supremo de Dios al ser humano, y su experiencia polaca a lo largo de la II Guerra Mundial le hizo odiar la guerra, dijo el cardenal en la homilía.

«Ya Papa en su primer viaje a Polonia, una de sus primeras visitas fue al campamento de exterminio de Auschwitz. Cuatro millones cien mil víctimas fue el balance total de aquella fortaleza de la muerte (a los cuales habría que añadir alrededor de dos millones más), cerquita de la cual está Katowice donde él había nacido y crecido», agregó.

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