Para papá y mamá debe ser motivo de preocupación cuando el niño o la niña es muy inquieto o hiperactivo y no presta la debida atención a los estudios.
Esa conducta es natural en los infantes de corta edad, pero si se manifiesta a partir de los tres años puede deberse a lo que se ha denominado Trastorno por Déficit de Atención, TPDA.
Entre las señales de alerta están: cuando el niño o la niña no puede ir al mismo ritmo que los demás en sus tareas y compromisos escolares; sus trabajos son desordenados, o no prestan suficiente atención a los detalles; no se concentran en sus tareas rutinarias; olvidan cosas y cambian de una actividad a otra sin terminar la primera y esto se da hasta en los juegos y dan la impresión de que no escuchan cuando se les habla.
Otras conductas que manifiestan son: hablan excesivamente, tocan cosas que no deben, hacen payasadas y se precipitan en dar respuestas antes de que terminen de formularles una pregunta.
En estos casos, lo primero que deben hacer los padres es someter al niño a una exploración neurológica y así al tiempo que descarta otros trastornos, entre ellos los visuales y auditivos, autismo u otros, puede tener un diagnóstico preciso del caso y la manera de cómo lo va a enfrentar.
Siempre será necesario un manejo interdisciplinario, en el que intervengan los padres, psicólogos, maestros especiales, psiquiatras y neuropediatras; este último debe ser el coordinador del equipo.
Los niños afectados requieren tratamientos farmacológicos,con ayuda de medicamentos; y psicopedagógicos, coordinados por la escuela.