Desde luego, nos alegramos mucho cuando nuestro niño es superdotado, porque eso supone que tiene una inteligencia superior a los demás. Pero no todo es color de rosa para él, porque esa condición puede hacer que se sienta diferente a los demás.
Efectivamente, a veces el niño es objeto de burlas por parte de los demás amiguitos y le pongan sobrenombre. En ese caso, deben decirle la verdad: que eso le está pasando porque él es más inteligente que todos los demás. Que eso no es malo, sino que en fondo los demás niño quisieran ser así.
Jamás utilicen un lenguaje negativo como vago, distraído, etc. Díganle que están orgullosos de él o de ella. De esa manera mejorará su autoestima.
Los profesores, en términos generales, están preparados para manejar al niño promedio, no al superdotado, por eso hable con ellos para que sepan la forma cómo deben tratarlo y no contribuyan a dañar su autoestima; procure que el niño se adapte lo más que pueda al sistema, pero compense en el hogar las fallas que pueda haber en la escuela en ese sentido.
Halague al niño cuando haga cosas buenas y siempre háblele en lenguaje positivo.
Recurra a las actividades extracurriculares, como clases de pintura y otras expresiones artísticas, vistas a bibliotecas, jugos de ajedrez, visitas al campo para que esté en contacto con la naturaleza, y hacer con él actividades fuera de lo común.
Y, para ayudarlo relaciónelo con otros de su misma condición.