Papa ora por paz y un mundo mejor

Papa ora por paz y un mundo mejor

LOURDES, Francia (AFP).- El papa Juan Pablo II, anciano y muy debilitado, llegó el sábado a Lourdes para rezar como un peregrino enfermo más ante la Virgen de este venerado santuario del suroeste de Francia, en compañía de miles de católicos con los que oró por la paz y la construcción de un mundo mejor.

El pontífice, definiéndose a sí mismo como «un peregrino más ante la Virgen», estuvo a punto de desplomarse a su llegada a Lourdes, al arrodillarse ante la imagen de María, vencido por la enfermedad y embargado por la emoción.

La imagen del Papa, doliente y con los ojos bañados en lágrimas, fue grabada por las cámaras del mundo entero y estremeció a los miles de peregrinos de los cinco continentes congregados en este santuario.

El Papa, fervoroso devoto de la Virgen, ya visitó en 1983 esta gruta sagrada en la que según la tradición cristiana, María se apareció a una joven en 1858.

Veintiún años después, su segundo viaje a Lourdes se ha convertido en la emotiva peregrinación de un anciano, que como el resto de los mortales, busca aliento ante el altar de María.

«Soy un peregrino más ante la Virgen, comparto con vosotros (enfermos) un periodo de la vida marcado por el sufrimiento físico», admitió el Papa en un discurso que tuvo que ser leído por el cardenal francés Roger Etchegaray, ya que el pontífice se encontraba sin fuerzas.

Según el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, el Papa, de 84 años, se encontraba «cansado» después del viaje y los fieles deben irse acostumbrando a estos signos crecientes de debilidad.

Por la tarde, Juan Pablo II reapareció en su «papamóvil» más recuperado, para presidir la oración del rosario, «culmen de su peregrinación», y dar inicio a la procesión de las antorchas, una vez caída la noche.

Antes de retirarse a su austera habitación, situada en un hogar para peregrinos enfermos en el corazón de Lourdes, el Papa pidió por la paz e insistió en la necesidad de construir un mundo más justo y solidario.

«Invocad conmigo a la Virgen María para que conceda al mundo el tan esperado don de la paz», declaró el pontífice.

Visiblemente cansado, Juan Pablo II tuvo serios problemas para finalizar su discurso, el cuarto de una intensa jornada en Lourdes. Su voz, apenas comprensible, se fue apagando y acabó siendo un murmullo recibido por aplausos por la multitud, iluminada sólo por las velas que portaban.

   «Deseo que todos los hombres vean al prójimo no como a un enemigo sino como a un hermano al que hay que acoger y amar para construir juntos un mundo mejor», aseguró Juan Pablo II, haciendo un esfuerzo para dar más fuerza a sus palabras.

Juan Pablo II había sido recibido a su entrada en Lourdes por una multitud que aguardó durante horas el paso del «papamóvil», bien protegido por un gran número de policías y guardaespaldas.

El vehículo blindado blanco recorrió las callejuelas de Lourdes entre banderas blancas y azules que simbolizan a la Virgen, vítores, Aleluyas, flores e incesantes redobles de campanas.

Llamado por Juan Pablo II «el templo del sufrimiento humano», el santuario de Lourdes recibe anualmente a seis millones de peregrinos y sólo este fin de semana, se esperan entre 350.000 y 400.000 visitantes, sobre todo para la misa solemne de la Asunción que Juan Pablo II presidirá el domingo, antes de volver a Roma.

Muchos de los peregrinos llegaron a Lourdes en sus sillas de ruedas, con la esperanza de sumergirse en el agua del manantial que nace de la gruta y lograr su curación o simplemente un alivio para su dolor.

«El Papa es un hombre enfermo y ha venido a mezclarse con otros enfermos», aseguraban algunos.

Juan Pablo II fue recibido a su llegada al aeropuerto de Tarbes, ciudad vecina a Lourdes, por el presidente Jacques Chirac y las principales autoridades eclesiásticas del país.

En su bienvenida, el mandatario francés calificó al Papa de «peregrino entre los peregrinos» y «pastor universal» y subrayó que su país y la Santa Sede coinciden en la «lucha por la paz».

Las relaciones entre Francia y la Santa Sede se vieron enturbiadas en los últimos tiempos por la oposición de París a incluir en la Constitución europea cualquier referencia a las «raíces cristianas» del viejo continente y por la aprobación de una ley que prohíbe el uso de signos religiosos ostentosos en las escuelas francesas, pero ambos mantuvieron una oposición idéntica a la guerra en Irak en 2003.

La visita del pontífice a Lourdes coincide con la fiesta de la Asunción de la Virgen, que se celebra el 15 de agosto, y con el 150º aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Este es el 104º viaje del Papa al extranjero, su octavo a Francia y su segunda visita a Lourdes.

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