Papa preside Vigilia Pascual
Define la resurrección como una explosión
de amor

Papa preside Vigilia Pascual<BR><STRONG>Define la resurrección como una explosión <BR>de amor</STRONG>

Ciudad del Vaticano,  (EFE) .- El papa Benedicto XVI dijo ayer sábado, que la muerte de Jesús fue un “acto de amor” y justo por ello “destruyó el carácter definitivo de la muerte”.

Benedicto XVI dijo estas palabras durante la homilía de la Vigilia Pascual o Lucernario, uno de los ritos más antiguos de la liturgia católica, que se celebró en la basílica de San Pedro del Vaticano.

La resurrección de Cristo inauguró una “nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de manera transformada y a través de la cual surge un nuevo mundo”.

Cristo “pudo dejarse matar por amor, pero justamente así destruyó el carácter definitivo de la muerte, porque en El estaba presente el carácter definitivo de la vida”, dijo el Papa.

Jesús estaba en “comunión existencial” con el amor de Dios y “este amor es la verdadera potencia contra la muerte, es más fuerte que la muerte”, indicó Joseph Ratzinger.

El Papa explicó que la resurrección no es “un milagro cualquiera del pasado”, sino “un salto cualitativo en la historia de la ‘evolución’, y de la vida en general, hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo”.

La resurrección, que “nos afecta y que atañe a toda la historia”, fue “como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del ‘morir y devenir’”.

Ese gran estallido “nos ha alcanzado en el bautismo para atraernos”, indicó el Papa, agregando que ese sacramento es “muerte y resurrección, renacimiento, transformación en vida nueva”.

Benedicto XVI empleó las palabras de San Pablo para explicar el bautismo: “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”, y explicó que ésta es la fórmula de la existencia cristiana y de la resurrección en el tiempo.  “Yo, pero no más yo: si vivimos de este modo transformamos el mundo. Es la fórmula de contraste con todas las ideologías de la violencia y el programa que se opone a la corrupción y a las aspiraciones del poder y del poseer”, indicó Ratzinger.

En Pascua, “nos alegramos porque Cristo no ha quedado en el sepulcro, su cuerpo no ha conocido la corrupción; pertenece al mundo de los vivos, no al de los muertos”.

Jesús “no es un personaje del pasado” sino que vive y “nos llama a seguirlo” para encontrar así “el camino de la vida”, recordó Benedicto XVI.

Además, señaló que “la mera idestructibilidad del alma, por sí sola no podría dar un sentido a una vida eterna, no podría hacerla una vida verdadera. La vida nos llega del ser amados por Aquel que es Vida”.

La Vigilia Pascual, uno de los ritos más antiguos de la liturgia católica, se celebra en la noche de Sábado Santo, que san Agustín llamó “madre de todas las vigilias”, en alusión a la espera de la resurrección de Jesucristo.

Como es tradición, comienza en el atrio de la basílica con la bendición del fuego nuevo y el encendido del cirio pascual, símbolo de Cristo, “Luz del Mundo”.

Ratzinger, que realizó con un punzón una incisión sobre el cirio pascual, grabando una cruz y la cifra del año 2006, recitó en latín: “Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. A El pertenece el tiempo y los siglos, a El la gloria y el poder por los siglos de los siglos”.

Después comenzó la procesión hacia el altar mayor, en medio de una total oscuridad en el templo, iluminado poco a poco con las velas de las miles de personas que lo abarrotaban, que fueron encendidas una a una con la llama procedente del Cirio Pascual.

Una vez llegado al altar se encendieron todas las luces y comenzó el canto del Exultet, o pregón pascual, un recorrido sintético de la historia de la salvación.

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