Paquidermo sentimental

Paquidermo sentimental

Hay individuos que logran vivir separados de los demás, ajenos por completo a los dolores y angustias de sus vecinos. Son impermeables a los acontecimientos que estremecen a la sociedad de la que son miembros. Parecería que están protegidos por una lona gruesa, como los grandes camiones que transportan plátanos. Tienen una piel espesa que les protege de los pinchazos de la vida. Ni el agua, ni el sol, les afecta. ¿Cómo es posible que no perciban el rumor de lo que ocurre en torno? No tengo aún ninguna explicación acerca de estos comportamientos. Sin embargo, esa forma de “desvinculación social” es frecuente en nuestro tiempo.

Un viejo amigo, muy observador, me ha contado la historia de un asiduo cliente de cierta barra de moda. El sujeto de esta historia declara sin ambages: “a mí me da lo mismo Barack Obama que Xi Jinping o Vladimir Putin. Ninguno de ellos me paga las cuentas en la caja de este bar”. Podría pensarse que se trata de un hombre que carece de intereses políticos e ideológicos; que se siente lejos de las opiniones de rusos, chinos y norteamericanos. Pero mi amigo dice que tampoco le afectan los problemas de la deforestación, de la quema de bosques, la explotación de minas.

“Es un paquidermo sentimental”, afirmó, haciendo gestos despectivos con la boca y las manos. “Nada le saca de su rutina”. Bebe tres vasos de whisky, come unas cuantas aceitunas, y se va a dormir a su apartamento; es “un ente aparte”. ¿Tiene familia? pregunté a mi amigo. La tuvo una vez, contestó; ahora los hijos y la mujer residen en los EUA. ¿Cuáles son las actividades a que se dedica? volví a preguntar. -Es un empleado público jubilado hace tiempo.

La semana pasada, relató mi amigo, oyó impasible una acalorada discusión entre camareros acerca de los problemas dominico-haitianos. Pero “no lo mueve ni una grúa”. ¡Te parece bien que gobiernen los haitianos! gritó un camarero. “La tierra es del que la coja”, cuentan que replicó. Unas veces la agarran los extranjeros y otras veces los de adentro. Se turnan los políticos, de afuera y de adentro, para “cogernos por el cocote”; unos son blancos, otros negros.

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