Para bombas inteligentes, espionaje más inteligentes

Para bombas inteligentes, espionaje más inteligentes

Por MICHAEL R. GORDON
WASHINGTON.-
El Pentágono ha anunciado su lucha contra terroristas, insurgentes y extremistas como la “guerra prolongada”. Se pretende que la designación sugiera una prueba de voluntades de varias décadas contra un enemigo fanático que probablemente continuará mucho después de que Estados Unidos reduzca sus fuerzas en Irak.

Pero la guerra prolongada del Pentágono ha sido acentuada por breves, aunque intensos, episodios en los cuales los comandantes estadounidenses han sido obligados a tomar decisiones instantáneas sobre si bombardear blancos vitales pero efímeros.

El ataque aéreo que convirtió la casa de seguridad de Abu Musab al-Zarqawi en una pila de escombros fue el más reciente ejemplo de información de espionaje que fue rápidamente procesada, convertida en coordenadas de un blanco, aprobada para un ataque y comunicada a un avión equipado con bombas guiadas con precisión. Pero difícilmente fue el único, y conforme el sucesor de Al-Zarqawi — que se cree es un egipcio llamado Abu Ayyub al-Masri — busque llevar a cabo su jihad contra los estadounidenses indudablemente habrá más.

Las fuerzas armadas que gustan de las siglas de hecho ya han dado al proceso un nombre: TST, por las siglas en inglés de “blanco sensible al tiempo”. La cuestión es cómo Estados Unidos puede duplicar el extraordinario éxito que tuvo con el ataque contra Al-Zarqawi y evitar los frustrantes fracasos de los primeros días de la guerra.

El asunto no es la capacidad técnica. La limitación crítica es la información de espionaje. “Podemos hacer el ‘cómo”’, dijo un alto oficial de la Fuerza Aérea, quien insistió en permanecer anónimo porque no estaba autorizado para hablar sobre este tema. “El desafío es determinar el ‘qué’ y el ‘dónde”’.

Durante la Guerra del Golfo de 1991, la capacidad de Estados Unidos para llevar a cabo ataques sensibles al timepo estaba en etapa embrionaria. A lo largo de la siguiente década, sin embargo, una nueva generación de tecnología militar entró en el arsenal estadounidense. Las fuerzas militares adquirieron bombas guiadas por satélite, un complemento importante de las bombas guiadas por láser, que pueden verse perjudicadas por nubosidad o mal clima. Pusieron en funcionamiento aviones no tripulados Predator. También institucionalizaron los procedimientos en sus centros de mando para llevar a cabo rápidamente ataques aéreos.

“Nos capacitamos para esto en ejercicios”, dijo Charles R. Heflebower, teniente general retirado, quien fungió como máximo comandante de la Fuerza Aérea en Corea. “Por ejemplo, casi todos los ejercicios Red Flag contienen un elemento TST”, añadió, refiriéndose a los ejercicios realizados en la Base Nellis de la Fuerza Aérea en Nevada.

Llevar a cabo ataques aéreos oportunos para matar a comandantes enemigos y destruir otros blancos vitales sigue siendo una empresa compleja contra adversarios que, a diferencia de Irak, tienen defensas aéreas formidables.

Ese reconocimiento, y el cálculo de que pudiera haber algunos blancos terroristas que estén más allá del alcance inmediato de las aeronaves estadounidenses, ha llevado al Pentágono a proponer el desarrollo de un sistema TST más: misiles Trident II lanzados por submarinos que estarían equipados con una ojiva no nuclear. El Pentágono argumenta que el sistema le daría una capacidad global para destruir un blanco en una hora.

La guerra, de hecho, empezó con un frenético esfuerzo por atacar a un blanco sensible al tiempo: un supuesto búnker subterráneo en el complejo Dora Farms cerca de Bagdad, donde la CIA reportó se estaba ocultando Saddam Hussein. Cazas F-117 fueron enviados a bombardear el sitio. Sólo después de la caída de Bagdad los militares estadounidenses se enteraron de que el líder iraquí no había estado cerca de Dora Farms y que no había un búnker en el sitio.

Estados Unidos no tuvo más suerte varias semanas después cuando un bombardero B-1 lanzó cuatro bombas guiadas por satélite a un supuesto refugio del líder iraquí en el distrito Mansour de Bagdad. Funcionarios del Pentágono dijeron que les llevó no más de 45 minutos realizar el ataque desde el momento en que se recibió información de espionaje de que Saddam había entrado en el edificio.

Como resultó, Saddam no estaba ahí, pero 18 civiles murieron en el ataque, según Human Rights Watch. Ese es precisamente el tipo de resultado que causa encono entre los iraquíes y hace más difícil obtener información de espionaje útil sobre los insurgentes.

Considerando la importancia de la información de espionaje oportuna, algunos oficiales de la Fuerza Aérea han argumentado que el servicio debería gastar más en aeronaves equipadas con capacidades de toma de imágenes y vigilancia electrónica y menos en los aviones necesarios para llevar a cabo los ataques.

La tecnología superior, entrenamiento riguroso y dominio de los cielos de las fuerzas armadas estadounidenses les dan los medios para llevar a cabo ataques exactos con efecto devastador. La vigilancia por medio de aviones e incluso satélites en el espacio puede ser usada para encontrar nuevos blancos. Pero siempre existirá el riesgo de error ya que los comandantes a menudo no pueden esperar a información de espionaje perfecta si se desea que un ataque sea efectivo.

En el tipo de campaña de contrainsurgencia que Estados Unidos está realizando en Irak, sin embargo, obtener información de espionaje confiable de agentes en el campo, renegados del enemigo e iraquíes comunes es vital. No existe una solución de alta tecnología para Irak. Cuando se trata de lanzar descargas desde lo alto, el éxito seguirá dependiendo fuertemente de la información de espionaje reunida por los agentes en tierra.

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