Para encontrar nuestros sueños El eterno debate de lo correcto y lo incorrecto

Para encontrar nuestros sueños El eterno debate  de lo correcto y lo incorrecto

Érase una vez un escultor que trabajaba con un martillo y un cincel un gran bloque de mármol. Un niño que estaba mirándole no veía más que trozos de mármol pequeños y grandes cayendo de derecha e izquierda. No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. Pero cuando el niño volvió al estudio unas semanas después, se encontró con la sorpresa de un imponente y enorme león sentado en el lugar en que había estado el bloque de mármol. Con gran excitación, el niño corrió hacia el escultor y le dijo: “Por favor, dígame cómo sabía usted que había un león dentro del mármol” Henri J.M. Nouwen, Dirección espiritual. Sabiduría para la larga andadura de la fe.

Cuenta la historia que el escultor le respondió con profunda paz: “Yo sabía que había un león dentro del mármol porque antes de verlo ahí, lo había visto en mi corazón. El secreto consiste en que fue el león de mi corazón el que reconoció al león del mármol”. La pregunta del niño es quizás la más importante. ¿Cuál debía ser la respuesta a esta pregunta aparentemente ingenua de ese curioso niño? Pero ¿qué significa esto?

Pienso que la hermosa lección de esta historia es que para esculpir nuestras propias vidas, necesitamos, ante todo, ver y definir lo que deseamos ser y hacer en la vida; significa que debemos soñar. Pero los sueños nunca serán posibles si no trabajamos, si no recurrimos a la disciplina para hacer visible lo que hemos visto en nuestros propios corazones. Supone pues que debemos imaginar, una y otra vez, para saber sobre qué base vamos a construir nuestras vidas. Ninguno de los maestros de la música, la escultura o la pintura dejaron sus legados solo porque soñaron una vez que serían grandes escritores, músicos, escultores o pintores. No, tuvieron que trabajar duro, muy duro, como lo hizo el escultor de la historia. Soñó con el animal alado, y comenzó a esculpir día tras día, ayudado solo de su pequeño cincel, y después de haber trabajado duro, pudo, al fin, hacer realidad su sueño.

Pero esos sueños y esperanzas deben concebirse y materializarse en el mundo real, en el aquí y el ahora. Soñar lo que queremos, formando parte de una sociedad caracterizada por la banalidad, donde la apariencia es lo esencial. Una sociedad que valora más lo que poseemos, obligados a olvidar lo que somos y deseamos ser. Se han cambiado los verbos y las prioridades.

Ya lo he dicho muchas veces, tener es más importante que ser. Soñar es una acción individual y egoísta. Lo colectivo es visto como un pecado, como una ridícula realidad del pasado. Nuestra sociedad ha privilegiado la superficialidad, arrinconando las reflexiones profundas del ser y del vivir. Una sociedad que ha olvidado el proyecto colectivo, para vanagloriar las hazañas personales y unilaterales. Recurro ahora a una reflexión muy interesante escrita por monseñor Arnaiz en una obra publicada hace poco. Con su humor característico definió a la sociedad de hoy:

“El Ser Humano light se caracteriza por su apariencia de normalidad humana (no siempre) y profunda deshumanización interior. Pensamientos “lights”, razonamientos “lights”, convicciones “lights”, sentimientos “lights”, criterios “lights”, curiosidades “lights”, expectativas “lights”, relaciones “lights”, y actitudes “lights”.

Como maestra me atormentan muchas preguntas. ¿Qué decirle a los jóvenes que se abren camino en sus vidas? ¿Que busquen el triunfo individual a toda costa sin importar a quién pisotear, a quién calumniar, a quién vituperar? ¿Qué aconsejar a los jóvenes cuando nosotros los adultos les hemos enseñado a olvidarse de las normas establecidas porque hay que llegar a toda costa? ¿Qué exigirle a los jóvenes si nosotros los adultos no somos capaces de dar el ejemplo, peor aún, que hemos sido contraejemplos? ¿Qué exigir si somos pasivos y tolerantes de la corrupción, la grande y la pequeña? ¿Qué decirle a los jóvenes si nosotros los adultos no les hemos enseñado a respetar la ley? ¿Qué decirle a los jóvenes si hemos construido esa realidad que ellos han heredado?

Muchas preguntas más, estoy segura, han surgido en las mentes de todos ustedes; los fieles lectores de esta columna sabatina. Especialmente en este período, en el que se ha adelantado, ¡por dos años!, la campaña electoral. Ya comienzan a multiplicarse las promesas de que los aspirantes a ser candidatos se han convertido, por arte de magia en superhéroes, capaces de resolver en un santiamén los problemas nacionales. Un país donde existe un llamado “barrilito” congresual, que es más profundo que la Presa de las Tres Gargantas en China, y con esta inconsciente e injustificable acción, golpean, abaten y noquean la conciencia. ¿Sabe por qué? Porque en definitiva estamos hablando de la necesidad de rescatar la ética y la moral, en una sociedad que la pisotea de forma inmisericorde.

Fernando Savater en su libro “Ética como amor propio” señala que la ética es una toma de postura voluntaria que apuesta a la inmortalidad vitalista de la humanidad, socios milenarios de una empresa comunitaria de autoperpetuación cuyo fruto más elaborado es el ser humano autónomo y responsable, capaz de reconocimiento y participación con sus iguales.

Esto significa que en la ética todo es y debe ser humanismo. El problema para hoy y para mañana de la ética es cómo no caer en la intrascendencia, en la banalidad. En contra de lo que suponen los moralistas de urgencia, la dificultad ética actual no es el cinismo, sino la banalidad, lo instrumental o caprichosamente intrascendente.

La ética trata de la intervención oportuna en el momento crítico (kairós). Trata de la elección que calibra y decide entre las propuestas del presente, no para ganar el mañana sino para dar sentido al hoy: lo que ahora se quiere. El sujeto libre no busca en el ejercicio moral nada distinto y posterior a sí mismo, sino seguir mereciendo la confianza y el amor propio racional que se profesa. (Fernando Savater, Ética como amor propio, p. 325.)

Desde todos los tiempos se ha generado el eterno debate de lo correcto y lo incorrecto. Del bien y del mal. Antes de que el pensamiento clásico griego saliera al horizonte, la filosofía china planteaba múltiples caminos para una vida honorable. El taoísmo llama a seguir el camino del bien: Al establecerte en la sociedad, si no tienes nobleza de carácter ¿cómo puedes ser libre?; si no eres respetuoso ¿cómo podrás estar en paz? Confucio por su parte hablaba de la virtud y de la nobleza: Si amamos a nuestros semejantes y somos humildes, lograremos la perfección máxima y obtendremos la virtud… Sobre este tema seguiremos abundando en la próxima entrega.

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