Para hacer tortilla: romper el huevo

Para hacer tortilla: romper el huevo

El próximo mes se cumplirá el primer año de la elección del presidente Medina y nueve meses de ejercicio en el poder, tiempo suficiente para que se haya realizado acciones sustantivas que permitan decir que enrumba el país hacia un estado de derecho. Vale decir, conducirlo respetando la institucionalidad, los compromisos contraídos con la población durante su campaña por la Presidencia. A pesar de algunos gestos, parece que la gente percibe una suerte de indefinición en todos los órdenes que nos adentra en un limbo político.

Siempre he pensado que Medina cree en lo que dice y en lo que se propone, pero desde el poder, hasta ahora, se ha conducido con la misma idea del tiempo político con se condujo en su larga, tortuosa y por momentos dolorosa peregrinación hacia Palacio. Parece no darse cuenta que ahora, viviendo su tiempo, vive simultáneamente el tiempo que tiene la gente en sus cabezas: el de la solución de sus urgencias, de las cosas que le prometieron y de sus más caros deseos.

Algunos analistas nos hemos referido a la ambigüedad de los mensajes que da Medina, en relación lo que este hace o entendemos deja de hacer. A ese propósito, Participación Ciudadana ha hecho un ejercicio analítico sobre lo que entiende incumplimientos de éste a varios pactos o compromisos de fortalecimiento institucional, de transparencia y honestidad en manejo de la cosa pública, asumidos por él para hacerlos efectivos durante su gestión. Dicho ejercicio tiene la virtud de la objetividad y la pertinencia, al tiempo de constituirse en una voz de alerta sobre la necesidad de que Medina se avenga no solamente a sus promesas, sino que haga conciencia del tiempo ya recorrido en ejercicio y el que le falta por recorrer.

Hasta el momento, no solamente ha dejado de cumplir las leyes adjetivas y sustantivas en que se sostienen los pactos señalados por Participación Ciudadana, sino que el Ministerio Público se mantiene impertérrito ante la demanda que se le hace para que active la acción de la Justicia en los casos de corrupción cometidos por algunos funcionarios durante la pasada administración peledeísta, algunos casos sólidamente documentados.

El presidente ha dicho que esos hechos y circunstancias pertenecen a tiempos pasados y que debe “mirarse hacia el futuro”, sigue apegado a su noción de darle tiempo al tiempo, como cuando estaba inmerso en su proceso de lucha interna. Atrapado por esa lógica, mantiene el régimen anterior esencialmente intacto, a pesar de la existencia de nuevos funcionarios con reconocida solvencia ética y profesional y a pesar de la retórica de cambio que constantemente mantiene. En esencia, como el anterior, este gobierno discurre sin cumplir algunas leyes sustantivas y adjetivas, algunos reglamentos y la racionalidad que deben regir la administración pública, de lo que algunos sectores lamentan. El gran dilema es que el estricto cumplimiento de ellas, sacudiría el entramado de relaciones en que descansa el sistema de impunidad, nepotismo, prebendalismo y corrupción construido por el anterior gobierno y que en cierta manera el presidente Medina se comprometió a desmontar. Deseo, quizás no le falte. Pero, insiste en querer hacer tortilla sin romper el huevo.

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