Para la educación no hay excusas

Para la educación no hay excusas

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Hasta ahora nadie pone en duda que la educación es, probablemente, el principal instrumento para romper el círculo vicioso en que la pobreza envuelve a las personas y a las familias. Y nadie lo pone en duda porque no se trata de una hipótesis de trabajo, sino de un hecho verificado aquí, allá y acullá.

La educación no solo es un camino de libertad para quienes han tenido la oportunidad de alfabetizarse y acceder al conocimiento, sino que sigue siendo la mejor puerta de entrada a la vida laboral.

La educación, además, hace posible que en una sociedad se produzca el relevo de las élites, tal y como hemos podido ver en distintos ámbitos sociales, políticos y económicos en la República Dominicana a partir de 1978.

Por muchos años los jóvenes que asistían a las aulas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, detrás de una formación profesional, pertenecían a los sectores de menores ingresos económicos. En no pocos casos sus padres eran obreros de la construcción, electricistas, artesanos, carpinteros, plomeros, echadías, domésticas, etcétera. Sin embargo, casi todos esos jóvenes están hoy promovidos social y económicamente y muchos han podido mejorar las condiciones de vida de sus padres y, por supuesto, sus hijos han podido darse una buena educación.

Esos jóvenes lograron romper el círculo de la pobreza y hoy se encuentran en posiciones de mando en las empresas privadas, en la administración pública y en no pocos casos en el extranjero. 

En resumen, nadie puede dudar que la educación es el instrumento más eficaz de lucha contra la pobreza, contra la marginación y, por supuesto, contra la ignorancia que envilece y esclaviza.

A pesar de esta evidencia y a pesar de la alarmante franja de pobreza, los gobiernos dominicanos se han resistido a aumentar la inversión pública en educación. Una y otra vez argumentan carencia de fondos pero disponen de altas e improvisadas inversiones en otras áreas, importantes pero no imprescindibles para el desarrollo nacional.  Las conclusiones presentadas recientemente en un informe del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo sobre la necesidad de mayores inversiones públicas en educación y en salud, constituyen verdades como un templo. Es verdad que no se trata de una revelación, pero importa mucho que se vuelva una y otra vez sobre cuestiones que son básicas y fundamentales para sentar las bases del desarrollo.

Los autores del estudio resaltan el buen desempeño del país en la matriculación y retención escolar hasta los 16 y 17 años de edad, pero llaman la atención porque este hecho positivo no se traduce en grandes logros escolares. Y anotan la alta tasa de repetición de grados.

 En otras palabras, los expertos consignan que el promedio de años en la escuela no es igual al promedio de años de escolaridad.

  Pareciera que la educación dominicana tiene un problema de calidad que reclama, con urgencia, una solución adecuada. Debe determinarse por qué la deserción es tan alta a partir del séptimo curso y por qué sólo el 70% de los escolares llega al noveno grado.

Como puede apreciarse, los problemas de la educación dominicana son de cantidad y de calidad.

No hay excusas, pues, para que los gobiernos dejen de invertir lo que tienen que invertir en educación.

 (bavegado@yahoo.com)

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