Para la gran barrida

Para la gran barrida

DIÓMEDES MERCEDES
Hagamos que se escuchen nuestras voces. Obreros para que ellas se oigan como una sola voz. Un granito de arena aislado es débil, no lo es cuando la naturaleza lo organiza en playas, remansos en los que se disuelven las furias del mar. En la ciencia botánica se llama Movida a las yemas y brotes subsiguientes a cada actividad de una planta desde su nacimiento. Cuando los pueblos tienen una razón de ser como sujetos históricos colectivos, con como las playas. Si pierden su capacidad de movida, dejan de ser esos sujetos para ser podridos, comidos por el comején o convertidos en leña.

Para ser pueblo vivo, libre, fértil, precisamos del abono de la historia más del coraje en la decisión de continuarla evitando nuestra castración, o no tendremos país, continuidad, ni seremos los ancestros de un pueblo digno.

¿Quienes son los castradores por excelencia? – Sin duda que los amos del poder establecidos, beneficiarios del control de las actividades fundamentales de país. Por debajo de ellas en igual tarea y ritmo van los recíprocos: aquellos que le hacen la oposición a nuestros amos bajo de su sombra con agresiva ineficiencia foquista, legitimando el orden establecido, ahuyentándonos para suplantarnos con sus aparatos, obstruyendo el flujo de poderosas corrientes en la nervadura social a las que hoy hay que abrir cauce.

Hace décadas se nos viene esterilizando, y vergüenza da que sobre el asco y repugnancia que originan los tres partidos, sus amos, previendo la crisis social inevitable que se vislumbra, maquillen a un psicópata y criminal promoviéndolo al poder, sin escrúpulos ni respeto, para asegurar sus privilegios. ¡Al carajo! Muchas veces Juan Bosch en conversaciones privadas me señaló: “Cuando un perro te agravia, se olvida al perro, pero se castiga al amo”. Eso es lo que la República tiene que hacer con coraje patrio, acumulando poder para una barrida progresista. La alianza del señor gobernante nos metió dentro de la crisis y bancarrota actual que sólo tiene salidas revolucionarias. La pérdida absoluta de soberanía, traspasada de hecho a la autoridad norteamericana y de derecho por vía del RD-CAFTA, fue precedida por un proceso de lujurioso despojo: la hipoteca nacional, la venta de los activos del Estado, la corrupción del Estado y sus vínculos empresariales y financieros, el obsequio de nuestro territorio, infraestructura, capital humano, recursos naturales, etc., a la inversión extranjera, o en asociación con nuestros dueños de capitales ilícitos; la libre repatriación de los beneficios, etc., etc., han desecho a la emprendedora y dinámica clase media, ha sacado del mercado laboral a millones que viven de infinitos modos del mercado informal, de la corrupción, la delincuencia, las drogas, del clientelismo político, o en estado depresivo a falta de trabajo. Quienes poseen un trabajo, sabemos que entregan sus energías recibiendo cada hora un menor salario y entregando más plusvalía. El Estado agrava la situación con cargas impositivas indirectas que cual carterista vulgar despoja al pueblo.

Una gran confrontación social se avecina: dominicanas y dominicanos, fusionémosnos. Nos necesitamos para romper el descreimiento colectivo. Los progresistas no podemos seguir siendo vistos como los siete enanitos, peleándose entre sí. La salida del país de su crisis y círculo vicios es revolucionaria, no está tanto en salir a superficie como en sumergirnos en la consciencia social y hacerle recobrar la potencia del patriotismo, de los derechos civiles y humanos, la de la integración, la justicia y el derecho a ser una nación soberana. Renunciemos a la aspiración y al ejercicio del poder, como testimonio de la seriedad de nuestros propósitos para que la libertad y la soberanía de los otros, con nuestro acompañamiento conquiste el poder y selectivamente escoja el gobierno que reafirme nuestra independencia, dando inicio a nuestra emancipación social y desarrollo, restaurando nuestras libertades.

Las diferencias entre los espacios progresistas no deben afectar esa unidad primaria. Esas diferencias no se resolverán en nuestros claustros ni mesas, lo harán el debate público y la práctica social de los que no son sus miembros si fuera imposible iniciar juntos la labor. La unidad que nos interesa está en la natural relación y estructura de la nación, a la que debemos entregarle el escenario, la acción y la selección revolucionaria unificadora que deberá sacar de la crisis, por vía de la resistencia colectiva de los municipios, barrios y campos del país. Es este el intento del Torrente Patriótico, que no está clamando en el desierto, ni arando en el mar.

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