¿Para los tiempos buenos?

¿Para los tiempos buenos?

Aparte de los insultos cotidianos, que el presidente reeleccionista vierte sobre su principal oponente, y favorito de las encuestas y el haber tomado las inauguraciones de obras como su mejor legado para retener el poder, está la consigna de que ahora vienen los buenos tiempos, así pretenden borrar todos los sufrimientos y empobrecimientos de los pasados tres años, como si ellos fueran extraterrestres, y no fueran culpables del actual desastre dominicano.

El PPH, en su labor cuesta arriba de convencer a los electores que ellos no son culpables de nada, han tratado por todos los medios de promoverse, vendiendo una esperanza, ya que su creencia es que los dominicanos continúan siendo ingenuos, y con ofrecer ilusiones, olvidarán todo lo que se padece. La calidad de vida se ha deteriorado, el ingreso per cápita anual ha caído en más de un 25% y la canasta familiar mínima se ha disparado por encima de los $10 mil pesos mensuales, inalcanzable para la mayoría de los hogares.

El continuo cierre de los más variados negocios, de empresas despidiendo parte de su personal, y de los supermercados, en otrora florecientes y dinámicos, ahora semivacíos viendo que solo se compra lo esencial, constituyen un legado muy impactante en la voluntad de la gente. Eso ha hecho que se olviden los errores cometidos por el PLD en su anterior gestión de gobierno, recibiendo un respaldo masivo su candidato como un acto de desesperación del ahogado que se aferra a una tabla de salvación, en vista del golpeo de ese mar proceloso, agitado por el gobierno del PRD, desatando toda la furia del averno, que ha frustrado a la población que solo tiene como su meta desconfiar de todo lo que dice la actual administración, y espera, con el uso de los medios democráticos de elecciones libres, desalojarlos del poder.

El grado de incredulidad hacia el gobierno del presidente Mejía es tal, que el éxito logrado por su administración con la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, ha pasado desapercibido por la gran población, que no ha asimilado en toda su magnitud las ventajas y desventajas, así como los desafíos que implica obedecer ese tratado que marcará el surgimiento, tan pronto entre en vigencia, de un nuevo país, convirtiéndose en un tremendo desafío que obligará a todos los dominicanos a ser más ingeniosos, disciplinados y trabajadores.

Pero no se puede esperar tiempos buenos con la actual administración, ya que su accionar, en los pasados 44 meses, ha sido de dislocar la administración pública, despilfarrar los cuantiosos recursos que recauda el fisco mensualmente, que en este año están promediando por encima de los $10 mil millones de pesos. Incluso el gobierno se ha visto obligado a postergar el pago de los intereses de uno de los paquetes de los bonos soberanos a cuenta de que en este mes se estará negociando con el Club de París parte de la deuda externa, por no decir que no tiene dinero pese a lo estricto que se supone debe ser el monitoreo del FMI con su stand by en ejecución.

Los dominicanos esperan con tranquilidad la fecha de las elecciones, pese a que cada día continúan las alzas de precios de todo lo que se consume, que los combustibles no dan tregua con su alza constante en sus precios, ya que cuando su aumento es de pesos las rebajas son de centavos. El costo de la energía eléctrica se ha disparado por las nubes ante la complacencia y aceptación de las autoridades, en que consumir por encima de los 700 kilos, se ha convertido en un lujo. Así se pretende que esperemos los tiempos buenos, bajo la sombrilla de un partido, que como el PRD, ya tiene por tradición, y confirmación, de no saber gobernar, y en ésta, su tercera administración de los pasados 25 años, así lo confirma.

La tozudez presidencial, de mantener en sus puestos a casi todo su equipo con que se inauguró en agosto del 2000, es culpa de sus grandes males, ya que la incompetencia de muchos de ellos, y tener sus mentes ocupadas en otros aspectos que aseguraran sus futuros, los desviaron de lo que en escritos, entrevistas y seminarios proclamaban, pero a la hora de la verdad, se toparon de frente que la tarea estaba por encima de sus capacidades y voluntades para hacer lo correcto. Dejaron hundir a un presidente, y por ende a su administración, en el descrédito y en la pérdida total de confianza que ha provocado la disminución de inversiones. Todo el mundo espera nuevos vientos que alejen el sombrío panorama bajo el cual vivimos y que ha empobrecido brutalmente a los dominicanos.

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