Para medir la fuga de capitales
¿Cómo podemos medir la fuga de capitales de una economía?

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Las salidas de capitales constituyen una de las experiencias económicas más interesantes de las últimas décadas. La fuga de capitales manifiesta la capacidad del público para contrarrestar las políticas que les resulten perjudiciales. La historia económica demuestra que cuando los gobiernos se empeñan en mantener fijo el tipo de cambio, endeudándose de manera creciente para mantener una estabilidad cambiaria e intentando impulsar el desarrollo mediante la expansión del crédito interno, las salidas de capitales del sector privado aumentan la demanda de moneda extranjera y retiran recursos que hubieran podido financiar el crecimiento de la economía.  

La mayor parte de los problemas políticos actuales presumen un punto de vista nacionalista en el que la fuga de capitales reduce el bienestar nacional. Sin embargo, se ha comprobado en la práctica que es mejor considerar a la fuga de capitales como un síntoma de fuerzas económicas subyacentes más que como una causa de pérdida de bienestar nacional. Para entender claramente la función de la fuga de capitales, su impacto en la economía nacional y las ganancias de bienestar consecuentes a la inversión de su sentido de flujo, la fuga de capitales más bien debería definirse como parte de un modelo económico más completo. Si está claro que las transacciones financieras migrarán de un país a otro siempre que a los inversionistas y depositantes nacionales no se les pueda ofrecer servicios financieros con rendimientos y riesgos competitivos.

Los planteamientos

En países cuyas autoridades han utilizado sus reservas internacionales para evitar o suavizar depreciaciones de su moneda, se ha evaluado la medida en que la expansión del crédito interno ha sido rápidamente compensada por salidas de capitales. Es decir, en qué medidas los excesos de oferta monetaria son disipados por flujos de capitales y en qué proporción la expansión monetaria puede llegar a incidir sobre la economía, al menos en el corto plazo. Otro de los planteamientos tratados en la literatura económica ha sido la sensibilidad de los movimientos de capitales al endeudamiento externo del sector  público. Se evalúa si los inversionistas reaccionan rápidamente para proteger su riqueza ante el incremento de la deuda pública externa presagiando las consecuencias que éste puede traer en el futuro sobre sus ahorros en moneda doméstica.   

A mediados de los años setenta, Argentina, Chile y Uruguay siguieron una política de fijar el tipo de cambio con una trayectoria predeterminada de pequeñas devaluaciones decrecientes. Esperaban que con esta medida, unida a un menor grado de protección frente a las importaciones y mercados financiaros abiertos, podrían contener la inflación rápidamente, mejorar la eficacia industrial y reducir las tasas de interés. La historia fue otra. Ante la presión de grandes quiebras bancarias, especulación contra las monedas y aumento de las importaciones, los gobiernos dilataron la devaluación recurriendo al endeudamiento externo, lo que llevó a que, posteriormente, considerables salidas de capitales obligaran a efectuar devaluaciones de gran magnitud. 

La medición

Las definiciones sobre la fuga de capitales que se encuentran en la bibliografía económica existente pueden agruparse en dos tipos. El primero de ellos no distingue entre flujos “normales” de capital y fuga de capitales, y busca medir la adquisición de activos extranjeros netos, o algún subconjunto de estos títulos, por el sector privado. El segundo tipo intenta hacer la distinción entre capital “normal” y capital de fuga, mediante la medición del acervo de capital en títulos extranjeros que no genera ingresos que se reporten en las cuentas de la balanza de pagos.

El Banco Mundial (1985) ha empleado una definición más amplia y práctica sobre la fuga de capitales. Esta medida considera los flujos de capital hacia el interior en la forma de aumentos en la deuda externa e inversiones extranjeras directas, y sustrae de estos flujos el déficit de cuenta corriente y el aumento en las reservas oficiales. La diferencia entre dichos flujos, y la extensión a la que se utilizan para financiar el déficit de cuenta corriente y el aumento en las reservas, se toma para reflejar un aumento en los títulos extranjeros netos del sector privado. En efecto, este aumento en activos netos extranjeros es la medida que ellos adoptan como la fuga de capitales.

La definición adoptada por Morgan Guaranty (1986) también mide la fuga de capitales como un residuo. Además del déficit de cuenta corriente y del aumento en las reservas oficiales, Guaranty también deduce el incremento en activos extranjeros a corto plazo del sistema bancario del total de flujos de capital hacia el interior. Otros como Cline (1986) afirman que los ingresos por concepto de turismo y las transacciones de frontera deberían excluirse de las ganancias de cuenta corriente, ya que éstas escapan al control de las autoridades que monitorean el tipo de cambio; en consecuencia no deberían ser computados al calcular la fuga de capitales.

Cuddinton (1986)

Toma un método diferente para medir la fuga de capitales. Su enfoque se basa en las fuga de capitales de corto plazo, el cual considera con un significado típico, en vez de considerar toda la adquisición de títulos externos del sector privado. Aquí, la fuga de capitales, que por definición consiste en la adquisición de activos externos a corto plazo por el sector privado no bancario, se calcula mediante la suma de los errores y omisiones a partidas selectas de capital a corto plazo que son seleccionadas en forma individual para cada país que se considere. En vez de centrarse en el movimientos de capitales, tanto de mediano y largo plazo como de corto plazo, Cuddinton (1986) elige considerar solo el capital a corto plazo porque examina el cambio en el “dinero ilegal”, o fondos que responden rápidamente a cambios en los rendimientos esperados o a cambios en el riesgo.

Presumiblemente, éstos son los fondos que potencialmente serían los que regresan más rápido al país cuando puedan cambiar las condiciones (capitales golondrinas).

Ahora bien, la crítica que se le hace a Cuddinton es que los errores y omisiones de la balanza de pagos no consisten solamente en el capital a corto plazo que no es registrado. Por ello, en suma, es difícil establecer el caso más probable de que los fondos a corto plazo reaccionen con rapidez, ya sea en abandonar o en retornar al país de origen del inversionista. Un inversionista, que reacciona a condiciones desfavorables en su país (tal como una devaluación anticipada), puede adquirir acciones, bonos a largo plazo, depósitos o certificados con vencimiento a más de un año o bienes raíces, así como también activos financieros a corto plazo, y todos con más o menos la misma motivación de adquisición.

Los indicadores de los movimientos de capitales en la economía dominicana sugieren que la dirección de los movimientos de capitales está fuertemente influenciada por el comportamiento de algunas variables macro-económicas fundamentales. Y ello deja claramente establecido que, tras un largo historial de restricciones a las tasas de interés, elevada inflación, crisis financieras, depreciación de la moneda doméstica, inestabilidad política, entre otros determinantes, no es extraño que los inversionistas procuren proteger sus ahorros adquiriendo activos extranjeros hasta que mejore el entorno doméstico y se perciba que existe un incentivo para repatriar capitales.

En la economía dominicana las salidas y entradas de capitales del sector privado han estado ligadas a las depreciaciones y apreciaciones experimentadas por el peso dominicano, por los incrementos o reducciones en las tasas de interés, por la relación entre la demanda de moneda extranjera y el crecimiento de la oferta monetaria, por el incremento de la deuda externa del sector público, por los niveles de las tasas de interés reales (ajustadas por la inflación) y por el rol que desempeñan las expectativas de devaluación de la moneda.

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Los factores determinantes

La literatura económica generalmente reconoce al menos cinco facto-res como determinantes de la fuga de capitales de una economía: (1) por variaciones del tipo de cambio, al alterar los patrones del público de tenencia de la moneda extranjera; (2) por la restricción del sector financiero, cuando dan lugar a tasas de interés por debajo de las tasas sobre instrumentos financieros externos comparables, o a tasas reales de interés negativas; (3) por un déficit fiscal, cuando se financia imprimiendo dinero, creando presiones inflacionarias que incentivan a los residentes a reducir sus saldos en moneda nacional; (4) por factores de riesgos, aso-ciados con falta de disposiciones institucionales y legales adecuadas para la protección de la pro-piedad privada; y (5) por condiciones internas desfavorables, asociados a los llamados desincentivos de los países en desarrollo, tales como a los rendimientos de los bonos y certificados, seguro de depósito, la retención de impuestos, y la diferencia entre las tasas de rendimientos.

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