Para mejor

Para mejor

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Nunca he creído que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Mucha gente lo dice así y se ha repetido hasta el hartazgo, tanto que hasta quienes no lo creemos repetimos la frase alguna vez.

Lo cierto es que nuestro país sufre una involución que estamos obligados a detener y revertir.

Esa involución, fruto del dejar hacer, dejar pasar, es una irresponsabilidad colectiva que atenta contra la salud de la nación y, por tanto, entre todos debemos arrimar el hombro para corregirla.

El primer primero, como dice Jorge Puello Soriano (El Men) es la recuperación del respeto de padres a hijos y de hijos a padres.

El respeto de padres a hijos se ejerce cuando los mayores actúan con responsabilidad y cumplen sus obligaciones.

Obviamente, los hijos tienen que comportarse conforme a códigos escritos y consuetudinarios que se formaron decantados por el paso de los siglos.

Honrar a los mayores y que los mayores merezcan ser honrados.

Respetar a los maestros y que merezcan ser respetados.

Respetar la autoridad y que la misma merezca ser respetada por el ejercicio de sus funciones dentro de lo que establecen las leyes, la moral y las buenas costumbres.

Aprender que el vecino es el familiar más cercano, razón por la cual debemos conocerlo, respetarlo, considerarlo y ser sus buenos amigos.

Cumplir con los deberes en la escuela, en la iglesia, respetar las leyes, actuar con decencia y limpieza en el campo de deportes.

Exigir que se respeten nuestros derechos en todos los campos, por parte de todas las personas, ostenten o no alguna autoridad.

No pisotear, pero tampoco permitir ser pisoteados sin protestar.

Ser solidarios con todos, sin exclusión. Transmitir nuestros conocimientos a quienes lo precisen.

No discriminar por ninguna causa: color, religión, nivel educativo, situación económica, preferencia política, deportiva o de cualquier índole.

Recordar que nadie es tan grande que esté por encima de todos y nadie tan pequeño que no pueda hacer un gran daño si se propone.

Practicar la máxima de Juárez como norma democrática de vida: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Que nadie olvide que todo pasa, todo se acaba, que hasta la belleza cansa, que los pétalos de las flores se arrugan y se marchitan como la belleza de las muchachas.

Repetir con Rodó que “la herejía de hoy, es el credo de mañana” porque la sociedad cambia, el mundo gira y cuando parece que todo está cambiado, permanecen los principios morales que norman la conducta de quienes quieren y hacen el bien sin mirar a quien.

Luchar, gritar, exigir, demandar que los ciudadanos de hoy y de mañana sean formados en el hogar, en la escuela, en las iglesias, respetando las reglas de oro que rezan: respetar a Dios y amar a sus semejantes, no robar, no matar por maldad, no chismear, no enamorar las mujeres ajenas.

Debemos cambiar para mejor.

Ciudadanos formados con esos principios son los que necesita el país para los cambios que, necesariamente, se van a producir, aún por encima de politiqueros y personajillos que bailan en la comedia de la actualidad porque faltan actores serios, decentes, honrados y patriotas.

Pero los hay.

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