Para mirarnos objetivamente

Para mirarnos objetivamente

JACINTO GIMBERNARD
Conócete a ti mismo, era el consejo y la aspiración de aquellos remotos sabios griegos -entre ellos especialmente Sócrates- que dejaron la frase grabada en el templo de Apolo, en Delfos: Gnothi Seauton.

Filósofos romanos tomaron la idea y el propósito, dejándolos en la perennidad del latín como “Nosce te ipsum”, que significa lo mismo.

Pero ¡Cuán  difícil es llegar a conocerse! Las situaciones externas e internas nos zarandean irremediablemente de un lado a otro, encadenadas a circunstancias anteriores, enterradas en laberintos de hechos evaporados y recuerdos difusos que no sabemos ni podemos desenterrar y poner ante la elusiva luz de realidades indiscutibles.  Yo prefiero acogerme a la socrática afirmación de sólo saber que no sé nada. Es decir, acercarme a la “conciencia de ignorancia” y  conformarme con buscar un mejor conocimiento de mí mismo… hasta donde sea posible.

A fin de cuentas, ¿qué soy yo sino una incógnita, un asombro, un andar a ciegas?  Existe la historia de un maestro Zen que, al ser informado de que a cierto niño del entorno le habían regalado un caballo que él anhelaba, por lo cual todos estaban felices, el maestro, inconmovible, comentó: Ya veremos.  Y sucedió que el  niño se cayó del caballo, se fracturó malamente una pierna y quedó cojo. Los vecinos  lamentaron grandemente lo acontecido. El maestro Zen comentó apenas: Ya veremos. Años después se desató una cruenta guerra y todos los jóvenes debieron alistarse en el ejército. Murieron miles, pero aquel muchacho de la pierna quebrada no fue aceptado. El accidente lo salvó.

¿Cuál es la enseñanza? ¿Qué el destino nos maneja,  aunque en cierto modo dependa de lo que decidamos y realicemos? Tal vez, aunque tenemos zumbando en la memoria el grito de Edipo en la obra de Sófocles, desesperado por ser un juguete del destino.

De algo estoy seguro. Nada ocurre por azar, aunque éste se mueva en cierto espacio. Existen las posibilidades que dan el orden y la disciplina. El esfuerzo ímprobo que, según Virgilio en sus Geórgicas, todo lo vence. Y lo repetía Julio César. Creo que ese país no se conoce a sí mismo. Desconoce sus posibilidades de ascensión. Debemos mirarnos objetivamente.

Y actuar en consecuencia.

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