Para muestra, un botón….

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Nunca había estado presente en un proceso de licitación pública, menos aún en el que se ponen en juego tantos millones de pesos en compras  por parte de una institución del gobierno. Pero inmerso en esta tarea recordé que hacía apenas unos días, en sendas conferencias, dictadas casi de manera simultánea, el secretario de Economía, Planificación y Desarrollo, Temístocles Montás, citaba con cierta preocupación resultados de sondeos de opinión de  Latinobarómetro  que revelan el descrédito en que han caído los partidos políticos en América Latina.

Un 37 de la población de la región no está conforme con lo que ha logrado dentro del sistema democrático, a pesar de que una amplia mayoría (73%) prefiere este régimen de gobierno a cualquier otro. Pero la razón fundamental de esta falta de confianza radica, de acuerdo a esos sondeos, en una reiterada falta de rendición de cuentas, de transparencia en el desempeño público. Sucede, sin embargo, que a principio de la semana pasada recibí una inusual invitación por  parte del subsecretario Administrativo de la Presidencia y director del Plan Social de la Presidencia, Emigdio Sosa, para que estuviera  en calidad de testigo en una licitación para la compra de electrodomésticos con una inversión cercana a los RD$200 millones.

Se trata de efectos que serán distribuidos  entre familias necesitadas de todo el país, pero escuché a Sosa cuando advertía a los representantes de empresas ofertantes que lo importante para el Plan no era el precio, sino la calidad del artículo. Me llamó la atención la advertencia porque usualmente se piensa que como se trata de regalos para pobres, la calidad no cuenta, sino el fin, es decir, la donación.

Todos los presentes bordeaban una extensa mesa rectangular, los sobres lacrados estaban al centro y cada uno de los ofertantes observaba cuidadosamente cuando eran  abiertos en presencia de representantes de la Contraloría y Tesorería General de la República, auditores y abogados, algunos de ellos de instituciones independientes, y funcionarios del Plan Social. Me contó Sosa que estas licitaciones son frecuentes en ese organismo, cuando no para comprar arroz, otras veces para adquirir juguetes, aunque esta vez electrodomésticos.

Confieso que resultó tedioso escuchar durante más de dos horas cantar diez listas de propuestas, detallando cada uno de los productos ofertados, sus precios y marcas. Allí se siguió al pie de la letra lo que indica la ley, las empresas ofertantes deben tener al día su pago de impuestos, una carta original de la firma matriz que representan en el país y solvencia, no solo económica, sino moral, pues se les exige garantizar la entrega de la compra, de ganar la licitación, en los términos acordados. Al final no observé quejas y cada quien pareció decidido a esperar los resultados de la licitación, en un plazo de cinco días.

Fue un ejemplo de transparencia desde el seno del gobierno, aunque justo es observar que en todos los organismos públicos no se sigue esta práctica. Es ahí donde está el reto que recientemente citaba Marino Vinicio Castillo. “En el gobierno se está trabajando con limpieza para garantizar la transparencia que exige el país, pero eso tenemos que demostrarlo con pruebas”, decía más o menos Castillo. Y Esas pruebas son necesarias en un marco donde la percepción ciudadana es que todo lo que se maneja desde las esferas públicas huele a corrupción.

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