Para no afectar a los pobres

Para no afectar a los pobres

Cuantos promueven modificaciones en el Código Tributario con el propósito de cubrir un sostenido déficit fiscal, alegan que los pobres estarán exentos de sus pesares. La propuesta Reforma Fiscal, por ende, supone un acto de prestidigitación. La misma establece tributos inexistentes al consumo y aumenta el nivel de los aplicables, y sin embargo de ello (no afecta a los desposeídos! )Cómo se alcanzará esta suerte de misterio mediante el cual lo diferente se vuelve igual y los opuestos se identifican?

La verdad monda y lironda es que no existe modo de conseguir que un tributo directo, aplicable al consumo, no alcance a los pobres. Porque ni aquellos que pueden identificarse como parte de este segmento de la población, ni ningún otro segmento social, queda al margen de un tributo directo a los bienes que consume. Tendríamos que volver a los días de la producción de subsistencia, y que cada quien siembre y coseche lo suyo.

Otra alternativa consiste en que las factorías de arroz descascaren el grano, y vendan el 50% con impuesto y el otro 50% sin el tributo. Pero todos sabemos que el arroz que no pague impuesto a las transferencias de bienes industrializados y servicios (itbis) será consumido por quienes pueden pagar el tributo. Quien puede también logra, por el mismo arte de prestidigitación, que la partida exenta de tributo se dirija a su despensa.

Y no se detiene hasta su mesa.

Y lo aplicable a este cereal puede esgrimirse respecto de cualquier otro producto sujeto a las cargas concebidas en la Reforma Fiscal. Los miembros de la sociedad de más bajos o de ningún ingreso, quedarán libres de este tormento en la medida en que nos olvidemos de crearlo. Prevalecería, sin embargo, el faltante del pobre Gobierno Dominicano. Y ninguno de nosotros se lo podría perdonar, pues este déficit presiona al sistema económico y más temprano que tarde actúa con las mismas características de un impuesto regresivo.

Tampoco se lo perdonará el Fondo Monetario Internacional (FMI), que hace tiempo nos agarró por el pichirrí. Este organismo multilateral y los acreedores externos, se encuentran atentos a estas pendencias. El primero por cuenta de los segundos, y éstos, a su vez, porque no quieren ubicarnos en la lista de países morosos. (Tanto nos aman!

)Qué hacer, en consecuencia, con la Reforma Fiscal y los pobres pobres?

Existen propuestas de aquellos que, resignados, entienden que la fórmula concomitante con la aplicación de los tributos, es la elevación de salarios. Y aunque a tientas, apuntan a una meta que concita interés colectivo y aplauso de los potenciales beneficiados.

El inconveniente estriba en que los sueldos constituyen un componente importante de la tarea de generación o prestación de bienes y servicios. Y apenas suben los mismos por causas independientes a la producción y a la productividad, los costos les siguen los pasos. (Y cómo evadirlos si los bienes y servicios intermedios y los salarios se encuentran interconectados hasta formar una maraña en la que no se sabe cuál es cuál en el bien o servicio final! Con el paso de los días, como se advierte, un aumento de los emolumentos por prestación de servicios, presiona hacia arriba los precios de todo. Tal cuál lo hemos visto a lo largo de los años.

Entonces, )no existe una salida al problema? La hay, por supuesto, e impone el sacrificio del sector público, en cuyo proceder se encuentra el origen de la debacle. Porque, como hemos dicho no solamente nosotros en un gasto público descontrolado y en la contratación de préstamos onerosos, está el quid de estos entuertos.

Mas no es tan fácil restringir ese gasto público. Proporción alarmante del mismo es la integrada por el pago de los gastos administrativos y el servicio de la deuda pública. Y el FMI no quiere saber de recortes al segundo, que no resulten de pactos de caballeros. Y los recortes al primero tienen que discutirse en una rebatiña de tígueres y leones. A panorama tan desagradable, como vemos, nos lleva el manejar las finanzas del Estado como si atencionásemos un ventorrillo.

Y para lidiar con este torbellino se requieren tanto astucia como temperancia de ánimo y desprendimiento de miras.

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