Para preocuparse

Para preocuparse

El Instituto Nacional de Patología Forense es, sin dudas, un medio idóneo para medir con cierta aproximación los estragos terminales que están causando en este país los actos de violencia.

El director de este organismo, Sergio Sarita Valdez, ha revelado que en el área de 104 kilómetros cuadrados que comprende el Distrito Nacional son levantados cada día al menos siete cadáveres de personas víctimas de la criminalidad y la violencia.

Se trata de una estadística preocupante, si se toma en cuenta que, primero, esta frecuencia no incluye el promedio de personas lesionadas o heridas en vías de hecho, y segundo, que no toma en cuenta la posibilidad de que no todos los casos de decesos violentos queden registrados en ese instituto.

Además, la preocupación por esta frecuencia se justifica por el hecho de que ese número de muertos por día se contrae al Distrito Nacional, una demarcación que quedó sustancialmente reducida a partir de la creación de la provincia Santo Domingo. Sería interesante conocer el comportamiento de la criminalidad en el resto del país, pero no cabe la menor duda de que es considerablemente alta.

II

Las circunstancias en que se multiplica la violencia en el país no sólo tiene connotaciones de orden público, sino también de salud pública. Sin descartar que en este país la delincuencia se multiplica cada día, por múltiples razones, hay que considerar una serie de factores sico-sociales que determinan -y a veces justifican- la proclividad del dominicano a la posesión de armas de todo tipo.

La Policía Nacional, cuya jefatura ha demostrado una fuerte vocación por combatir la delincuencia con énfasis en la prevención, necesita que los hombres y mujeres preocupados por este estado de cosas se conviertan en efectivos auxiliares de esta labor de prevención. Tiene mucho sentido la aspiración expresada por el mayor general Manuel de Jesús Pérez Sánchez, de que cada ciudadano se convierta en un vigilante.

La estadística que hemos citado anteriormente no sólo concierne al Instituto Nacional de Patología Forense, al área del Distrito Nacional y a las autoridades. Es un indicador fatídico que nos atañe a todos porque, aunque parezca macabro decirlo, nadie sabe cuándo, dónde y a quién atacará la criminalidad en el próximo minuto. Convirtámonos en vigilantes por nuestra propia seguridad.

Haití

En Haití, al estado de insurrección armada y convulsión política se ha agregado el agravamiento de los males socio económicos, debido a la tragedia provocada por la tormenta Jeanne, que dejó miles de muertos y una terrible hambruna.

Las «ráfagas» de esa situación ya han comenzado a sentirse con mucha fuerza en nuestro territorio, por medio de un aumento considerable del flujo de inmigrantes ilegales.

En algunos puntos de la capital se ha observado la presencia de mujeres con hijos pequeños, pidiendo limosnas. La mayoría tiene dificultades para hacerse entender, porque solo hablan creole.

No se pretende que sellemos la frontera, pues ningún país lo ha logrado, pero es evidente que debemos mejorar los controles. Debemos ser solidarios con el pueblo haitiano, ayudándole en estos momentos, pero sin merma ni renuncia a nuestro derecho a controlar la inmigración ilegal.

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