¿Para qué crece la economía?

¿Para qué crece la economía?

¿Para qué es el crecimiento económico de una nación? La pregunta puede resultar insustancial por las muchas veces que ha sido hecha por muchas personas y en muchos lugares. Pero en nuestro país sigue siendo, aunque no se crea así, una interrogante válida e importante. La única respuesta válida consiste en afirmar que el sentido del crecimiento económico es financiar el bienestar de todos los habitantes de la nación donde el mismo se registre. Estamos conscientes de que se trata de una respuesta profundamente ética y de una ética que confiere al crecimiento económico un sentido o dirección determinada. En otras palabras, crecer por crecer carece de valor cuando lo que se quiere es que los bienes y servicios económicos sean producidos y distribuidos de tal manera que la gente se sienta bien y satisfecha. Tampoco tiene mérito ni importancia impulsar las fuerzas del crecimiento económico para crear una plutocracia o para acumular fortunas generadoras de desbalances sociales, económicos y políticos.
Todos sabemos que el crecimiento económico de una nación puede ser dirigido hacia los fines que deseemos a través de políticas públicas que sean portadoras de objetivos definidos. En otras palabras, es un acto de voluntad de quienes ejercen el poder o administran las fuerzas productivas de una nación determinada. En nuestro país, por ejemplo, es obvio que nuestro crecimiento económico no ha estado orientado a procurar el bienestar y la felicidad de los habitantes de esta tierra. Si así hubiera sido, en más de 50 años de números positivos en el Producto Interno Bruto (PIB) muchos de nuestros problemas elementales, como salud, educación, agua potable, electricidad, alimentación y viviendas, estuvieran resueltos. Pero no ha sido así. Las políticas públicas diseñadas y aplicadas a voluntad por las fuerzas sociales y políticas en el poder durante todos estos años han tenido otros objetivos. Hasta que no cambiemos el sentido del crecimiento de nuestra economía, seguiremos siendo una nación de alto PIB con problemas básicos irresueltos.

Vida ejemplar

El ingeniero agrónomo y especialista en fruticultura Domingo Marte lo llamó “centinela de la montaña”. Porque eso fue don Enrique Armenteros Rius, un destacado empresario que compartió importantes años de su vida en el cuidado y defensa de los bosques. Sembró árboles, reforestó, conservó y promovió maneras adecuadas de vivir en amistad con la naturaleza. La Fundación Progressio fue su plataforma para ofrecer este útil servicio a su patria. Don Enrique fue un ejemplo para todos. ¡Paz a sus restos!

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