Para que la oposición sea eficaz

Para que la oposición sea eficaz

La voluntad de hacer una vigorosa oposición es inánime en todos los sectores que han mantenido una actitud crítica al actual partido en el poder. Sin embargo, para que esta sea eficaz, es necesario llegar a un acuerdo marco sobre cómo articularla, bajo cuál o cuáles banderas se marchará y en cuál o cuáles escenarios estamos dispuestos a desarrollarla.

Se tiene una idea sobre cuáles serían las líneas maestras que guiarán el proyecto de gobierno de la próxima camada del PLD y allegados, que se asentará en Palacio en agosto de este año, pero falta la elaboración de las líneas generales de las acciones que orientarían la oposición  a los eventuales intentos de esa nueva camada de profundizar el poder cuasi monopólico de su partido/guía y de ella misma como facción.

Para que sea eficaz la oposición a esos  naturales intentos, es necesario rechazar dos actitudes siempre presente en la diversidad de actores que la configuran. La primera es la tendencia hacia el compromiso, hacia los acuerdos mostrencos y afrentosos en la sala hexagonal de una universidad; sin principios ni pudor, buscar “consensos”con el infeliz argumento de que así se hace “alta política”, a aceptar la política balaguerista durante los tiempos de la guerra fría, para rechazar las calles como escenario clave para la acción en el proceso de construcción de la democracia y para lograr un Estado de derecho.

Lo segundo que hay que rechazar es la idea cristiano/izquierdista de que el  pueblo es uno solo, al cual hay que salvar con una gloria eterna en el paraíso o con una revolución, que en el fondo es otra idea de paraíso. No, el pueblo no es el sujeto único que redime o al que hay que redimir, este es una pluralidad de actores con intereses, ideas y expresiones culturales diferentes. Se pueden tener y mantener como idea general los valores de la igualdad de oportunidades, de la libertad, del respeto a la diversidad de opciones existenciales de todo tipo, pero cada parte de ese pueblo ejerce esos valores de acuerdo a sus particulares vivencias, espacios y territorios.

El milenarismo de izquierda, esa espera el fin capitalismo a través de un sobresalto/ruptura total, le impide entender que si bien este está en crisis, también lo está la estructura social en que este creció y se desarrolló: la clase trabajadora que obligaba a pactos sociales que se tradujeron en las diversas conquistas democráticas y económicas para los desposeídos en los países altamente desarrollados y que hoy  están en proceso de desmonte.

En tal sentido, para ser eficaz en la lucha contra un poder con tendencias absolutistas, es necesario integrar una vasta pluralidad de actores, rehacer viejos tejidos zurcidos en las luchas sociales, políticas, gremiales y sindicales en el país, cuyo escenario fueron las calles. Sin antojadizas exclusiones de franjas políticas, sociales o económicas y sin limitarla a un simple reconocimiento de derechos políticos de cualquiera de las partes.

Si el pueblo es plural, por lógica, la lucha por sus derechos también debe ser plural. Ahí descansan las posibilidades de la eficacia de una oposición en la presente coyuntura.

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