Por la importancia que tiene la Sociedad Civil resulta preocupante que pudiera encontrarse en agonía, pero si realmente ocurre podría atribuirse a debilidades institucionales endémicas que padecemos, entre otras, porque el país ha sido adocenado por sectores de poder, impidiendo que se establezcan canales de conducción claramente definidos que determinen el papel que cada cuerpo social debe jugar en un sistema democrático civilizado y libre de contaminaciones, por lo que este comienzo de año puede ser conveniente para reflexionar y tratar de eliminar las posibles causas que generan tal situación.
Ciertamente muchas centrales sindicales se han transformado en entidades empresariales más que en representantes de los trabajadores; en el sector empresarial hay profundas diferencias entre ellos mismos por la ausencia de unidad de criterio en torno a su papel; los gremios profesionales han tenido que cobijarse bajo el protectorado de los partidos para subsistir; muchas entidades sin fines de lucro que dependen del gobierno y el poder empresarial; grupos de conciencia con ribetes ideológicos que se han dividido o desaparecido porque no han podido escapar al concepto fragmentario, pero casi todo por los efectos de una política dirigida y orquestada por el poder tradicional incluso con apoyo internacional, que conocen nuestras características de archipiélago, donde cada grupo quiere ser una isla y cada dirigente un pequeño islote; sin embargo, por otra parte se incrementan las organizaciones barriales de carácter popular que juegan un papel importante, aunque un tanto desordenada por su propia esencia.
Algunos países con problemas similares a los nuestros estudiaron profundamente las causas que conspiraban contra las posibilidades de mantener una sociedad civil fuerte y sana, logrando identificar aspectos importantes tales como: indefinición y confusión de objetivos; eliminación de todo lo que pudiera representar conflictos de intereses; sustitución de conceptos exclusivistas de algunos grupos o dirigentes; rompimiento de alianzas con sectores de poder tradicional entre otros, porque determinaron que los propios grupos de poder, los gobiernos y hasta partidos políticos les restan potencialidad a las organizaciones cuando sus directivos se confunden de forma directa o indirecta con esos poderes, ya que prevalece la idea de que quien paga es el que manda.
Porque resulta ingenuo creer que los sectores de poder afilan cuchillas para sus gargantas, y aunque en determinado momento puedan lucir simpáticos, generosos e incluso participativos en algunas de las organizaciones con carácter de sociedad civil, los límites los establecen sus propias conveniencias. Su participación siempre será condicionante.
Por tales razones podría resultar interesante profundizar y redefinir estrategias que despejen cualquier tipo de dudas en esos aspectos, a fin de que dirigentes y voceros de las organizaciones estén absolutamente libres de cualquier tipo de contaminación, porque una sociedad como la nuestra requiere urgentemente sacudimientos éticos, morales y sobre todo de organizaciones fuertemente definidas y con capacidad de lograr unidad de criterios, pero mientras se perciba la existencia de cualquier tipo de dependencias o vasos comunicantes, se hará más larga la agonía.