Para que lo recojan todo

Para que lo recojan todo

Quiero dar una idea al administrador fiscal, para que acabe de despojarnos de todos los chelitos que producimos. La propuesta es un tiro de carambola.

El tránsito vehicular de esta época es el mayor desorden jamás visto. A la anarquía contribuyen sobremanera los vehículos de transporte de pasajeros. En buena medida también, vehículos que portan placas de número del sector oficial. Y por supuesto, todos los demás, porque cuando a Roma fueres, haz lo que vieres. El caos es sintomático.

Muestra, como arista que sobresale, todo el desconcierto que afecta a la sociedad dominicana. Es la expresión más palpable del desdén con el cual aceptamos, gobernantes y gobernados, las reglas naturales, sociales y jurídicas, del procomún. El rechazo al orden cobra un precio: aumenta la pobreza y, a la larga, destruye al Estado. Por consiguiente, ahora que el administrador fiscal muestra la inusual inclinación por cobrar impuestos, bueno y conveniente es que le demos esta salida. No he hecho cálculos con miras a estimar el ingreso potencial por la aplicación de esta medida.

Acepto que no es fácil proyectar este ingreso. Apuesto peso a moriqueta, sin embargo, que será un monto elevado.

Rudolph Guilliani aplicó esta medida en Nueva York. De modo que no me arrogo la paternidad de tal disposición. Los hispanos residentes en la gran urbe trasladamos con nuestras personas, los mismos vicios que mostramos en nuestros países. Entre ellos, ese desprecio absoluto que exhibimos a la hora de aceptar el movimiento ordenado de vehículos de motor, en calles y carreteras. Guilliani no se molestó en llamarnos la atención. Dispuso cambios en las reglamentaciones citadinas (leyes, para ellos) que ampliaban las facultades de la administración de ordenamiento del tránsito urbano y suburbano. Transgresión determinada, transgresión multada con elevados montos pecuniarios.

Como es propio además en nosotros los hispanos, eludíamos el pago de ese derecho de la ciudad. Guilliani no se molestaba. La ciudad adoptó legalmente el atributo de cargar con el vehículo del transgresor.

Luego de un plazo prudencial determinado, una grúa perseguía al usuario del espacio público como si fuese un criminal. Estacionado, ido a una gestión o trabajo, la grúa cargaba con el aparato automotor. Para recogerlo, preciso era pagar el servicio de la grúa –que supongo era multiplicado- y la multa con el incremento por mora. Por increíble que parezca, comenzamos a “coger cabeza”.

Al salir de mi trabajo principal, una de estas tardes, y con miras a escribir estas notas, he observado varias calles. La primera, la Ramón Santana. El sentido del tránsito vehicular en ella, es oeste/este desde la Máximo Gómez hacia la Benito Monción. Viceversa, la misma calle dispone el tránsito vehicular en sentido este/oeste desde la Gómez hasta la Santo Tomás de Aquino. En la tarde en que conté las transgresiones en el primero de los tramos señalados, ocurrieron 27 violaciones en media hora. Creo que es buena señal para el administrador fiscal. Lo que nos queda en el bolsillo, ¡arránquelo de tal modo y, de paso, restablezca el orden en las calles!

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