)Para qué una reforma fiscal?

)Para qué una reforma fiscal?

Pareciera que todos en el país han perdido el norte que debería tener una reforma tributaria. Por lo menos la dirección que hasta hace unos años se planteaba, que era dotar al Estado de los recursos financieros necesarios para solventar las grandes necesidades que en educación, en salud, en agua potable, en viviendas, en obras de infraestructura y en deportes tiene la sociedad dominicana.

Hasta los primeros dos años de esta administración, más o menos, había entre los diseñadores de políticas públicas y en las áreas intelectuales y los medios de prensa preocupados por estos temas asociados al desarrollo, una gran preocupación por los tributos, por las recaudaciones fiscales y por la canalización del gasto público. Se hablaba, incluso, de la llamada deuda social, una expresión que nos llega de los ámbitos cepalinos.

Recuerdo que en los manifiestos de la llamada nueva izquierda que empezaba a nuclearse en América Latina se hablaba con precisión sobre el tema fiscal, considerado básico dentro de una estrategia de desarrollo. Los epígonos de este movimiento propugnaban, abiertamente, por una presión fiscal-meta de un 30%. A mi me parecía y me parece adecuado y justo Bno me importa que este sea considerado un concepto moral.

De momento toda esta aspiración parece haberse perdido. Hablo de aquí, de la República Dominicana. Queda uno con la impresión, cuando escucha los discursos económicos y las estrategias de desarrollo, de que cuanto interesa es el día-a-día, navegar con éxito dentro de la coyuntura, resolver las urgencias sin tener en cuenta el punto de llegada.

Sería miope negar la gravedad de la crisis generada en esta administración, crisis que queda prácticamente intacta y sin solución definida para el próximo gobierno. La magnitud de los problemas eléctricos, fiscales, cambiarios, financieros, de inflación y los déficits es verdaderamente compleja. Absorbe todo el esfuerzo y si no se actúa con inteligencia hasta cierra el horizonte.

Pero la sociedad necesita que, otra vez, la nación no quede atascada en la coyuntura. El esfuerzo que ahora se haga para salir del mal momento debe hacerse con el fin de trascenderlo y empalmarlo con las grandes metas, con los grandes fines, con los grandes esfuerzo que aguardan para el desarrollo.

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional limita la línea de visión de la reforma tributaria. La circunscribe a Aestablecer una fuerte base de ingresos para asegurar la sostenibilidad de la deuda a mediano plazo@. También a compensar unos aranceles que serán reducidos en razón de los acuerdos comerciales bilaterales con varios países, incluyendo a los Estados Unidos, y a la sustitución de unos impuestos Adistorsionantes@.

El país tiene que cumplir con esos objetivos, pero estos no deben ser el punto de llegada. Hay que avanzar más, hay que encaminarse hacia otros puntos, hacia otras metas, hacia otros horizontes. Los diseñadores de políticas públicas deben regresar a las preocupaciones fiscales que procuraban dotar al Estado de los recursos necesarios para financiar la educación, la salud, las viviendas para los sectores necesitados, los deportes, la cultura y las obras de infraestructura.

Porque para la sociedad dominicana tan importante es cumplir con el servicio de la deuda externa como disponer de una cobertura total para los estudiantes de los niveles primarios. La cuestión está en incluir ambos aspectos en un mismo paquete de soluciones, sin exclusiones. El mismo razonamiento tenemos que hacerlo para la salud.

No tengo dudas de que el empresariado nacional comprende estas cuestiones. Las mismas tienen, por lo demás, una racionalidad económica que llega hasta ellos. El bienestar de toda la sociedad y la mejoría de la economía de las familias terminan en los ámbitos de la fábricas y las tiendas, de los bancos y las compañías aseguradoras, de los exportadores y los importadores.

Hay que insistir, pues, en la búsqueda de propósitos sustantivos y de profundo sentido social y económico para nuestra reforma tributaria. Porque los tiempos de los parches coyunturales deben quedar en el pasado, como muy bien ha dicho en varias ocasiones la inteligente y emprendedora presidenta del Consejo Nacional de la Empresa Privada. Los ingresos y los gastos deben programarse en el tiempo, con topes específicos y con prioridades concretas.

En resumen, necesitamos una reforma tributaria para el desarrollo socioeconómico de la nación.

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