¿Para qué usar la diatriba?

¿Para qué usar la diatriba?

El presidente Hipólito Mejía, en su discurso pronunciado ante la Asamblea Nacional, el pasado 27 de febrero, al conmemorarse el 160 aniversario de la independencia, dijo que sería una irresponsabilidad de su parte dejar el timón de la nación “en manos inseguras, sudorosas y temblorosas…”, en clara alusión al candidato del Partido de la Liberación Dominicana, doctor Leonel Fernández.

Al escuchar estas palabras del jefe de Estado me formulé inmediatamente la pregunta: ¿quién asesoró al presidente Mejía para que dirija ataques, que caen en lo personal, contra un candidato presidencial de la oposición? Y es que se trata evidentemente de un yerro, no sólo porque el escenario resulta impropio, por su solemnidad, para ese tipo de discurso, sino porque se estaba convirtiendo en víctima a un adversario y en el marco de una campaña electoral los errores políticos son costosos.

Pensé que el doctor Leonel Fernández (si actuaba de forma inteligente) no respondería las palabras del primer mandatario, partiendo de la creencia de que lo más conveniente para una persona que aspira a la Presidencia de la República es exhibir prudencia, comedimiento y serenidad. Y sólo hablar cuando las circunstancias lo ameriten y en todo caso focalizando los temas en torno a los problemas sociales y económicos del país.

Pero el candidato del PLD no sólo respondió (pienso que innecesariamente), sino que lo hizo con mayor dureza, al decir que Hipólito Mejía lo destruye todo, incluso a su propio partido, y que el gobierno no se le puede entregar a “analfabetos funcionales”. Calificó a la presente administración de inepta, mediocre e incapaz, atribuyéndole un inmenso poder para la maldad, la vileza y la destrucción.

La respuesta del doctor Fernández también se trata de otro error. Y surge la pregunta: ¿quién lo aconsejó para que exprese semejantes agravios contra el jefe de Estado? Presumo que Leonel estaba muy dolido con las imputaciones formuladas en su contra, pero nunca es idóneo reaccionar producto del calor. Y que sepa que a quien menos le conviene que las pasiones se eleven y la campaña electoral se torne agresiva es precisamente a quien aparece encabezando las encuestas.

En el boxeo, si un peleador está ganando ampliamente un combate usando sus buenas técnicas, no tiene necesidad de “irse al cuerpo a cuerpo”, porque lo que debe es jugar con el tiempo y que pasen los asaltos para asegurar su victoria. Si un candidato presidencial aparece con una cómoda ventaja, como según revelan los estudios de opinión, ¿para qué caer en alegaciones injuriosas y despectivas, nada más y nada menos que contra la persona que, quiérase o no, es el jefe supremo de la nación?

En un país como el nuestro, donde las instituciones son débiles, es altamente delicado dirigir agravios de esa naturaleza hacia una persona que amasa tantos poderes, de conformidad al Art. 55 de la Constitución de la República, al extremo de que se tornan susceptibles y se consideran intocables. Y como el doctor Fernández fue presidente de la República tiene experiencia sobre ese particular.

Lo aconsejable sería que todo quede ahí. Y que en lo adelante –y por lo que resta de la campaña electoral– los discursos de los candidatos presidenciales se basen en el análisis, búsqueda y oferta de soluciones a los graves y urgentes problemas que, en diferentes campos y áreas, atraviesa la sociedad dominicana.

Es que la gente quiere saber cuál de los aspirantes a la Presidencia de la República haría los esfuerzos necesarios par que la famosa “prima del dólar” baje de los elevados niveles en que se encuentra y que, por vía de consecuencia, también expresen tendencia hacia la baja los productos de la canasta familiar.

Desde hace algún tiempo vengo abogando porque el candidato del Partido de la Liberación Dominicana diga al electorado las medidas que tomaría para hacer descender razonablemente las tasas de cambio y de inflación, dos variables determinantes para procurar la anhelada estabilidad macroeconómica. Sin embargo, el doctor Leonel Fernández, con gran apoyo, que despierta grandes expectativas y la gente espera mucho de él, no aborda para nada estos vitales temas.

Sería bueno que el candidato del PLD diga las soluciones que tiene en esta oportunidad para el problema eléctrico. Y digo en esta oportunidad porque quizás (especulo yo) haya rectificado ante los posibles errores cometidos en su gobierno con un sector que involucra la oferta de un servicio como el eléctrico, que es prioritario para el país. Explicar sus políticas inherentes al problema energético sería sustancioso para un hombre que todos admitimos su talento e inteligencia. Lo inconcebible es que desaproveche esas cualidades y se detenga en polémicas estériles.

El electorado dominicano merece respeto de parte de hombres que se consideran dotados de atributos para gobernar el país. Por eso el discurso ideal debía de comprender los problemas referidos más arriba, pero también otros importantes como salud, educación, ecología y medio ambiente, transporte, agua potable y alcantarillado, agropecuaria, minería, seguridad social, turismo y zonas francas y el problema habitacional.

El debate político, en esta campaña electoral, no tendría sentido y promovería el abstencionismo si los candidatos presidenciales no tocan los problemas de la gente. Que entiendan que la gente lo que quiere es solución a sus problemas. En esa dirección es que debe de inscribirse el discurso de los llamados presidenciables. Sin diatribas.

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