Para renovar el amor

Para renovar el amor

SONIA VARGAS
Un matrimonio renovable cada 7 años… o tal vez mejor, cada cinco años. Sí, hoy es urgente e inaplazable volver a pensar la relación amorosa, una relación hondamente trastocada por la revolución pacífica y silenciosa de las mujeres y que nos obliga a emprender un examen crítico de las viejas éticas del amor. Las mujeres ya son sujetas de deseo, de palabras, de derechos, y los hombres intuyen que es necesario adaptarse con generosidad y creatividad a este hecho. Ya es imposible amar como se amaron Romeo y Julieta y debemos seguir elaborando el duelo de viejos imaginarios, mitos, leyendas, imágenes que siguen imponiéndonos ese ideal femenino, y que generaciones pasadas fracturó sin lograr erradicarlo del todo.

Es necesario, entonces, emprender un ajuste con nuevas representaciones culturales de la feminidad, representaciones que tal vez se pueden sintetizar en esta consigna, de un movimiento feminista francés de jóvenes mujeres de barrios marginales, llamado ‘Ni putas, ni sumisas’. Porque hoy las mujeres no son ni pasivas, ni abnegadas, ni madres sobre protectoras, ni putas, ni un Ángel sin sexo.

Son las hijas de una generación que heredaron sin quererlo una revolución inacabada, es decir una tarea inmensa de ajustes culturales, que les permitan desatar nudos y seguir avanzando y amando a los hombres sin tanto dolor. Y cuando se aborda el tema del amor y de la sexualidad con mujeres de esta generación, entiendo que estamos pagando el costo de esta revolución, que aún no ha logrado vencer las duras, resistencias de una cultura patriarcal. Y a estas jóvenes les escucha contar sus extrañezas frente al dolor provocado por la infidelidad, cuando pensaban haber resuelto esto mejor que nosotras; las he oído enfurecerse ante la aún insuficiente participación de sus compañeros en lo doméstico; lloráramos ante la dificultad de conciliar vida amorosa y exigencia de autonomía y, en fin, lo que nos entregaron, las generaciones anteriores nos genera tanto dolor, aun cuando es, hoy por hoy, un dolor diferente al de ellas. Y, finalmente, la pregunta es ¿cómo pensar ahora, después de tantos cambios, la relación amorosa? Tal vez por medio de un contrato amigable entre un hombre y una mujer adultos y suficientemente fuertes para soportar la libertad del otro o de la otra, es decir tratando de conciliar tal vez lo irreconciliable: el deseo de autonomía, libertad y soledad con la imperiosa necesidad de amor… Y digo irreconciliable porque, de hecho, toda relación amorosa lleva a la alienación de un fragmento de sí mismo, de sí misma, de su libertad. Por esto mismo, hay que negociar y tal vez renovar cada cierto tiempo este compromiso y lograr los ajustes necesarios en caso de que se pueda llegar a acuerdos o establecer un mínimo de consenso con ese otro amado, esa otra amada. Sumergida en mi soledad habitada por la lectura, leyendo

historias, novelas, y hasta aprendiendo un poco de gramática, encontré dos frases que me llamaron poderosamente la atención, y decidí terminar este artículo con tan hermosas palabras. Kafka decía “provisionalmente y para siempre”, una expresión absolutamente bella para la negociación amorosa.

Lo dice también Julia Kristeva: “Cuando es para toda la vida, se hace necesaria una negociación para introducir lo provisional. Y sí: una relación de amor, renovable cada 5,

cada 7 años, o cada vez que lo pide el amor”. Añadiría: pidámosle al amor lo que nos puede dar, más no lo imposible.

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