Para ser juez

Para ser juez

La Constitución  establece los requisitos indispensables para ser juez.  Otros atributos deseables, no sugeridos por la ley son: probidad, decencia y una adecuada preparación para la posición que se aspira. Con estos elementos cumplidos parece que se ha conformado el perfil de un buen juez; sin embargo hay  en el quehacer judicial un espécimen, que al margen de que cumpla o no con las exigencias enunciadas, crea grandes problemas al que busca o gestiona justicia, por carecer de un elemento  que, a veces se le escapa a los que seleccionan a los juzgadores; me refiero al carácter o temperamento adecuado a la actitud, valentía, serenidad y cordura necesarios para dirigir debidamente un proceso y para conducir la audiencia con eficacia.

Hay jueces que atropellan a justiciables, testigos y abogados, que no permiten el uso oportuno de la palabra a quienes reclaman justicia. Hay jueces que dan boches a diestra y siniestra. Hay jueces cobardes, engreídos, endiosados, acomplejados y antipáticos. Jueces que creen que los tribunales son predios privados suyos y tratan a los que asisten a sus despachos o a las salas de juicios como seres inferiores, llegando a irrespetar  y a maltratar a personas generalmente más capaces y meritorias que ellos.

El Consejo del Poder Judicial debe observar estas conductas y tomar medidas al momento de presentar al pleno de la nueva Suprema Corte los candidatos a ser nombrados o confirmados como jueces.

Hay casos tan graves en los cuales los magistrados parecen pacientes siquiátricos y esto no es lo peor, lo más preocupante es que algunos se hacen los locos y el rumor en ambientes judiciales les endilga ser aliados de corruptos y falsificadores favoreciéndolos con sentencias que parecen productos de la ignorancia y que en realidad son calculadas y bien recompensadas. ¿Qué hacemos con ellos?

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