Para teoría de un machista

Para teoría de un machista

Andaba por los diecinueve años de edad cuando un amigo de mi padre me pidió información acerca de una amiga, de la cual estaba enamorado.

    Dijo que era veinte años mayor que su amada, pero estaba dispuesto a contraer matrimonio con ella, aunque le fuera infiel.

    -No allantes- le dije- porque es raro el hombre criollo que acepte tranquilamente que le jueguen las sogas.

    – Juro que soy capaz de compartirla con otro, si me pone esa condición para involucrarse en una relación romántica conmigo; no podría expresarte con palabras lo mucho que me gusta esa caraja- aseguró, elevando simultáneamente los ojos y los brazos hacia el cielo.

    -Lo que tienes que hacer es cortejarla, y no vas a emprender una misión imposible, ya que me han dicho que es bastante putica- dije, pensando al instante que había metido la pata.

   -Mejor que sea así- respondió- porque me dará menos brega levantármela.

Respiré aliviado, porque es harto sabido que no se debe caer en el error de hablarle a un hombre acerca de la chivería de la mujer con la cual tiene un cerebrazo.

    El tercio de parrandas de mi progenitor, era el rico propietario de un negocio de compraventa en una barriada de gente afectada de fuácata y de prángana, sinónimos de pobreza en el lenguaje popular dominicano. O sea, lo que hoy se define como “estar en olla”, y que lleva a quienes la sufren, a empeñar hasta su ropa interior.

    Por “razones de peso” el comerciante conquistó a la coquetona, se casó con ella, desoyendo los consejos de amigos y parientes, y los cachos no tardaron en adornar su osamenta frontal.

    La gente decía por un lado que el tipo se hacía el loco frente a las travesuras extra conyugales de su esposa, pero la mayoría lo justificaba repitiendo aquello de que “el último en enterarse de la infidelidad de su mujer es el marido”.

    Años después mi padre me relató, que una noche en que vaciaban el contenido de un litro de ron, el cornudo le dijo que no rompería su matrimonio, pese a que estaba enterado de que su esposa se había despojado de la ropa para estrujarse con otros hombres.

   La explicación que esgrimió fue que no podría vivir sin su cónyuge, rematando su discurso con estas palabras:

    -Estoy loquísimo por ella, y está requetedemostrado que el hombre que nunca ha perdido el juicio por una mujer, tiene algo de pájaro, y yo me paso de macho.

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