Para terminar una guerra

Para terminar una guerra

Al cabo de más de 12 años de estar involucrado en dos guerras cuyo fin ha sido anunciado oficialmente, el debate político sobre el tema en la sociedad norteamericana está a la orden del día. Hay hechos históricos en los Estados Unidos que han levantado aristas como la declaración del general que firmó una “tregua” con Corea del Norte a mediados de los cincuenta diciendo que era el primer Jefe Militar estadounidense que firmaba un “armisticio sin victoria”; formalmente, sesenta años después, esa guerra no ha concluido. Más recientemente, el 1 de mayo del 2003, solo a 40 días de haber iniciado operaciones en Irak, el Presidente Bush anunciaba sobre un portaaviones usando un chaleco militar y bajo un letrero que rezaba “misión cumplida” que la guerra había terminado. En realidad empezaba en ese momento reclamando 8 años de presencia militar sobre el terreno, unos cinco mil muertos norteamericanos y millones de millones de dólares gastados. En 2011 Obama retiró las fuerzas.

En consecuencia, Obama ha dicho que los «estadounidenses han aprendido que es más difícil acabar guerras que empezarlas» y agregó, al anunciar el retiro completo de EE. UU. de Afganistán para el 2016 que así era «como acaban las guerras en el siglo XXI». «No [acaban] con ceremonias con signaturas sino con golpes decisivos a nuestros adversarios, transiciones hacia gobiernos elegidos y fuerzas de seguridad que han sido entrenadas para asumir el liderazgo y eventualmente la completa responsabilidad»… Lo cierto es que en territorio de dos grandes aliados que fueron grandes enemigos, Japón y Alemania, todavía permanecen miles de soldados.

Es lógico entonces que el Instituto de la Paz acabe de organizar un debate con presencia de altos jefes militares y destacados políticos; entre ellos: el teniente general Mark Milley, veterano de Bosnia, Afganistán e Irak, quien señaló que su país va a la guerra por “miedo, honor e interés” y que esos mismos factores determinan la duración del conflicto a lo que otros participantes añadieron los costos, la planificación previa y las características propias del país. Para el teniente general Robert Caslen, hasta recientemente Jefe de la Oficina de Seguridad en Irak, las situaciones en esos países “van más allá de nuestra capacidad para cambiarlas”. Según Gideon Rose, director de la revista Foreign Affairs, “Muy raramente se utiliza el sentido común. No había ningún plan de futuro en Irak y ahora estamos haciendo frente a ello”, … A ello agregó James Jeffrey, embajador en Irak 2010-2012 y viceasesor de Bush 2007-2008: “[La guerra] no estuvo pensada profundamente por gente dentro [de la Administración], no se sabía si se iba a entregar el control a los locales o mantenerlo durante un tiempo, como en Japón o Alemania”,… Sobre este punto se pronunció James Kunder, subdirector de la agencia de desarrollo 2006-2009 destacando que para concluir una guerra los EE.UU. debieran tener “una sólida planificación civil y militar”.

En definitiva no se tiene muy claro cómo terminar una guerra.

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