Parábola de los talentos, educación y Leonel

Parábola de los talentos, educación y Leonel

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
Hay una queja justificada de parte de la opinión pública, acerca de cuán poco dinero invierte el gobierno en educación. En respuesta a la crítica, voceros oficiales han señalado que al calcular cuánto se invierte en educación, hay que sumarle a las partidas presupuestarias de las secretarías de Educación y Educación Superior, los gastos vía Obras Públicas para construir aulas, el apoyo a universidades privadas y a la UASD, y otras menudencias. Pero comoquiera, me parece que pudiera dedicarse más dinero a educar é instruir a quienes dependen del Estado para vencer la ignorancia.

Resulta paradójico que al Presidente Leonel Fernández se le deba reclamar más dinero público para la educación, pues ha proclamado innumerables veces, aun desde antes de asumir el poder la primera vez en 1996, su convicción de que el Gobierno debe atender de manera especial las necesidades de la educación pública. “Ha llegado la hora de la escuela”, un lema de su propaganda de hace una década, refleja esa intención. Y aunque no todo sea color de rosa en esa área, hay razones para cierto optimismo.

Con cierta regularidad, el Presidente saca tiempo para reunirse en el Palacio Nacional con jóvenes estudiantes sobresalientes a los que la Secretaría de Educación premia llevándolos a conocer al jefe del Estado. En esas reuniones es más que evidente el orgullo con que los muchachos, en su gran mayoría procedentes de familias pobres, estrechan la mano del Presidente Fernández. En una ocasión durante su primer gobierno, las imágenes del Presidente abrazando orgullosamente a su propia hija, quien formaba parte del grupo, fueron un refrescante momento en medio de las estridencias políticas. Merece un aplauso solidario y sincero el interés del Presidente Fernández de estimular a estudiantes excepcionales de liceos y escuelas privadas, quienes seguramente dirigirán el país dentro de dos o tres décadas.

Cuando un muchacho que asiste a una escuela pública, liceo o colegio privado logra destacarse con buenas calificaciones y conducta ejemplar, es importante que sepa que su país espera mucho de él o ella; tanto que el propio Presidente se preocupa por conocerle y mostrarle que en base a estudios, disciplina y perseverancia, cualquier cosa es posible. Hasta llegar a Presidente.

El impacto psicológico que produce saberse estimulado por las autoridades es tremendo. Estoy seguro de que entre los jovencitos que han pasado por el Palacio Nacional a saludar al Presidente están algunos de los futuros líderes del país, y por eso es tan importante que la experiencia no sea contaminada con fines políticos, reduciéndolas a meras escenas propagandísticas.

Si yo fuera reportero palaciego (como una vez lo fui, hace casi 30 años), preguntaría a esos jóvenes que visitan al Presidente Fernández sus opiniones sobre las condiciones en las que reciben clases; cuál impacto tienen en sus escuelas las famosas computadoras que se han instalado; si hay luz con qué estudiar y hacer sus tareas; y si están recibiendo el desayuno escolar que tanto se ha publicitado. Debe haber mil historias de interés humano detrás de cada grupo que visita el Palacio.

Aun con las deficiencias, propias de toda empresa humana, me parece muy  buena cosa que el Presidente saque un tiempecito para conversar con estos muchachos excepcionales. Tengo la impresión de que él continúa pensando en ellos cuando terminan sus visitas y se van de vuelta a sus hogares. Pese a la aspereza de las críticas que puedan hacérsele en medio del fragor del diario quehacer, Leonel es uno de los políticos que más interés demuestra por las cuestiones del saber y la enseñanza, como demuestra el hecho de que, en vez de dedicar sus esfuerzos a algún negocio privado, una finca o cualquier gusto particular, ha creado una fundación para el debate y dilucidación de asuntos públicos.

j.baez@codetel.net.do

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